miércoles, 30 de noviembre de 2011

EL ISBN, entre 4 y 5 euros por número

Nueva web de la agencia del ISBN


El ISBN será de pago. Según las previsiones de la Federación de Gremios de Editores de España, la fecha señalada para iniciar el cobro a los editores era el 1 de julio. La fecha se aplazó hasta el 1 de octubre. Sin embargo, sigue sin entrar en vigor, una vez que ya se ha firmado el Convenio entre la FGEE, el Ministerio de Cultura y la Generalitat de Catalunya, única autonomía que tiene cedido los derechos del ISBN. No obstante, visto el retraso, no hay fecha para que el ISBN entre definitimente en vigor. En los próximos meses... 
Aunque la FGEE gestiona en España el sistema del International Standard Book Number desde el pasado 23 de diciembre, no será hasta octubre cuando comience a cobrar por la concesión del número creado internacionalmente para dotar a cada libro de un código que lo identifique. El retraso en la renovación del convenio de colaboración firmado entre el Ministerio de Cultura, la Generalitat de Catalunya –la única autonomía que tiene transferida la gestión del mismo– y la FGEE, en donde se incluyen las tarifas, no ha permitido iniciar el cobro el 1 de julio, como en un principio había anunciado el director de la agencia del ISBN, Miguel Jiménez.
Los precios, que no habían sido hecho públicos al cierre de esta revista, estarán entre los 4 y 5 euros por cada ISBN concedido, si bien cada editorial tendrá que comprar un bloque de diez códigos para ello, o sea, que éste estará en torno a 45 euros. En el caso de la compra de un bloque de cien o de mil, el precio se reducirá notablemente a los 2,5 euros, llegando, en este último caso, a alcanzar aproximadamente un euro por título. Sin embargo, el coste de un único número comercial será el mismo prácticamente que el bloque de diez, como sucede en países como Alemania y Gran Bretaña. La Agencia Internacional del ISBN obliga a la concesión de códigos a solicitantes individuales, pero si algún editor novel o editor-autor quiere publicar y vender un único libro su coste será, por tanto, sobre 45 euros.
Desde 1972 y hasta diciembre de 2010, el ISBN se concedía gratis en España por el Ministerio de Cultura. “Lo que ahora ha sucedido –explica el propio Miguel Jiménez– es que el ISBN ha pasado a estar gestionado por los propios editores, como sucede en todos los demás países de Europa. Se ha acabado esa etapa pública que tan sólo mantenía España y que era una anomalía. Porque el ISBN no tiene sentido bibliográfico, como mucha gente sigue pensando, sino tan sólo comercial, es decir, sirve para mejorar el comercio del libro”.

Jiménez es claro: “Cobramos porque es lo que se hace en toda Europa, pero también porque a partir del año que viene las subvenciones al ISBN por parte del Estado se acaban. Y el ISBN no deja de ser un servicio que debe pagar quien lo usa, y no, como hasta ahora, todos los españoles. No vamos a hacernos ricos, ni mucho menos. El ISBN lo concede una agencia internacional con sede en Londres y ésta sólo admite el cobro exactamente para cubrir los gastos de personal, oficinas y gestión informática derivados del servicio que se presta y siempre ajustados a las posibilidades económicas del país y la industria editorial. Y este será nuestro caso, sin duda. Somos, por tanto, una organización sin ánimo de lucro”.
De momento, la FGEE está haciendo una gran inversión en aplicaciones informáticas –y que superan los 100.000 euros– para que, entre otros objetivos, todas las solicitudes sean en papel, por correo electrónico o por vía telemática se paguen de modo electrónico por paypal o tarjeta de crédito. Desde la FGEE, en este sentido, se está promoviendo que sus afiliados, como cualquier otro editor, opte preferentemente por la vía telemática a través de la web y con un código de acceso para solicitar el código, para lo que tienen que darse de alta en www.agenciaisbn.es.
Según Jiménez, este trámite telemático, que será plenamente operativo con el pago electrónico, permitirá que el editor tenga en su poder el certificado con el código ISBN en apenas dos o tres horas. “Vamos a darle prioridad a la vía telemática, porque permite acortar mucho los tiempos y reducir los costes. Hay que tener en cuenta que si se hace la gestión por correo electrónico estamos tardando unas 48 horas, mientras que por correo ordinario o mensajería no podemos garantizar que el editor reciba su ISBN en menos de diez o quince días. Cuando cogimos el testigo del Ministerio en diciembre este trámite tardaba aproximadamente un mes”. [...]
En el nº 257 de la revista DELIBROS (Octubre 2011) Texto completo en la edición en papel

El editor deberá de hacer el depósito legal

Almacenes de la Biblioteca Nacional

La nueva Ley 23/2011, publicada el 30 de julio, moderniza la legislación del Depósito Legal, que en materia bibliográfica pasa de ser obligación del impresor a deber del editor. La nueva normativa incluye el depósito de los formatos electrónicos y las páginas web. Las autonomías deberán cambiar sus legislaciones antes del 30 de diciembre.
El Depósito Legal se moderniza. Por fin. El Congreso de los Diputados ha aprobado una nueva normativa de Depósito Legal, la Ley 23/2011, publicada en el BOE de 30 de julio, con un plazo de seis meses para su entrada en vigor. Esto significa que, a partir de esta fecha, las comunidades autonómas –que tienen transferidas las competencias en materia de depósito legal– tendrán hasta el 30 de diciembre para adaptar sus legislaciones a la ley recién aprobada. Dicho texto legal concede, además, un plazo de un año al Ministerio de Cultura para desarrollar mediante Real Decreto un reglamento para la constitución del nuevo depósito de publicaciones electrónicas, ya sean documentos digitales o páginas web.
Las novedades de la nueva ley, que desde 1983 venía ya reclamando el sector editorial, no afectan tan sólo a estos documentos intangibles –que, con esta norma, se integran en el depósito legal definitivamente–, sino que introduce varios cambios sustanciales que afectan a los usos de la industria del libro hasta el día de hoy. Sobre todo uno fundamental: la responsabilidad del depósito legal pasa del impresor al editor, cualquiera que sea el lugar en donde se imprima el libro. 
Antonio María Ávila
En segundo término, la ley reduce el número de ejemplares de libros a entregar a la Biblioteca Nacional –que sigue siendo la alta inspección del depósito legal y la encargada de su estadística– a tan sólo dos, incluso uno en determinados casos como los de textos no universitarios, los artísticos o los de bibliófilo. Si bien da vía libre a las comunidades autónomas a que amplíen esta cantidad; que, hasta ahora, venía siendo, de cinco. En tercera instancia, reduce el listado de documentos sujetos al depósito legal. La Biblioteca Nacional recibió tan sólo en 2007, último año del que se ha facilitado datos, 178.140 documentos, de los que algo más de la mitad, 98.994, fueron libros.
Un proceso largo
Antonio María Ávila, director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España, valora la nueva ley tajantemente: “Nosotros estamos satisfechos. Hay que ver cómo evoluciona y estamos pendiente del Reglamento. Ha sido un proceso largo, que incluso se quiso incluir en la Ley de la Lectura, del Libro y de la Bibliotecas. Además, creo que impone cierta razón a la hora de frenar la bulimia que, algunas archiveros y bibliotecarios, tienen de conservar cada papel. Había que ser razonable y la ley creo que al final lo es”. 
La misma satisfacción habita en la Biblioteca Nacional: “El mundo bibliotecario está de enhorabuena, pero también la ciudadanía en general. Este cambio de normativa era insoslayable, hace más de diez años que así se viene demandando sin que hasta el momento se hubiera dado respuesta a esta exigencia”, apunta Montserrat Oliván, jefa del Servicio de Depósito Legal de la Biblioteca Nacional.

Taller de restauración de la BNE
“El cambio responde a la necesidad de adecuar la práctica del depósito legal –añade Oliván– a los cambios en el mundo de la edición, a la aparición de las nuevas tecnologías, y con ellas el mundo inabarcable de las publicaciones en red, así como a la existencia del Estado de las autonomías. Las bases de esta ley están ampliamente consensuadas en el ámbito bibliotecario y, por ello, nace con un gran respaldo”. 
De hecho, es fruto, primero, de un Grupo de Trabajo sobre Depósito Legal, que emitió su primer informe en 1999. Y, en segundo lugar, de un amplio consenso entre los partidos políticos, las autonomías, los editores, los bibliotecarios y los archiveros, entre otras instancias...
En el nº 257 de la revista DELIBROS (Octubre 2011) Texto completo en la edición en papel

Una exposición para subir a los altares


Recreación virtual de la exposición
“Gaudí y la Sagrada Familia: Arte, ciencia y espiritualidad” se inauguró en la plaza de San Pedro el día 24 de noviembre
El arquitecto de Dios llega al Vaticano. La exposición “Gaudí y la Sagrada Familia de Barcelona. Arte, ciencia y espiritualidad” abrirá al público el próximo día 24 en el Braccio de Carlo Magno de la plaza de San Pedro, en donde permanecerá hasta el 15 de enero. Todo un acontecimiento impulsado por la Fundación Sagrada Familia, la Fundación Joan Maragall y Acción Cultural Española (AC/E), y que se celebra a propuesta y bajo los auspicios del Pontificio Consejo para la Cultura. 
Viene de un encargo que el Cardenal Ravasi nos hizo hace ya un par de años para que organizáramos en Roma algún acto cultural catalán. Enseguida vimos que teníamos que ir con Gaudí. Es un encargo anterior a la visita del Papa y la consagración de la Sagrada Familia, pero creo que ahora toma una importancia mayor. De algún modo, le devolvemos la visita”, explica Antoni Matabosh, presidente de honor de la Fundación Joan Maragall.

Gaudí en el Corpus de Barcelona
“El Vaticano es un punto neurálgico de la cristiandad y uno de los puntos que por diversas razones atrae más visitantes de todo el mundo. Espero que con esta exposición contribuyamos a que tanto los creyentes como los que no lo son conozcan mejor la figura poliédrica de Gaudí, en la que tanto pesa el artista, como el científico, como el hombre de fe”, añade Daniel Giralt-Miracle, quien ya fuera comisario del Año Gaudí –del que se cumplen justamente diez años–, y es también el responsable de la exposición romana.
Un hombre de fe
Matabosh adelanta que la muestra pretende ser “un poco de síntesis de lo que Gaudí era, de lo que Gaudí quería, de su arquitectura, de su arte, de su ciencia, de su espiritualidad. Verlo en Roma será distinto que verlo en la Sagrada Familia, otro modo de conocer a Gaudí en toda su dimensión”. Especialmente, en esa otra manera de ver a Gaudí como hombre de fe: “A través de la arquitectura Gaudí fue evolucionando, buscando un estilo propio y un lenguaje que expresara su concepción de la vida", explica Giralt-Miracle.
"En esta trayectoria, inicialmente muy secular y finalmente muy espiritual -sigue diciendo el comisario–, Gaudí descubrió la dimensión profunda de la fe y a través de sus conversaciones con distintos obispos y otros religiosos, así como su seguimiento del año litúrgico y la lectura de la Biblia, se le reveló un mundo que quiso trasladar a su obra. Y probablemente la Sagrada Familia es la que encarna mejor todo el simbolismo del mensaje cristiano, sin olvidar la iglesia de la Colonia Güell, otra pieza clave de su arquitectura religiosa”.
Objetos litúrgicos expuetos en la muesta de Roma
Es este el Antoni Gaudí (Reus, 1852-Barcelona, 1926) que también explica Matabosh y el protagonista de la exposición romana: “Gaudí provenía de una familia católica, pero de joven no era de una gran vivencia cristiana. En la medida que fue construyendo iglesias y concibiendo la Sagrada Familia fue cada vez sintiéndose más identificado con lo que hacía y con el sentido profundo de lo que hacía. Fue penetrando en el santoral, en la Biblia, en las particularidades de la vida cristiana, todo ello lo interiorizó y, después, lo plasmó en su obra”.
En el nº 2.777 de Vida Nueva (reportaje íntegro para suscriptores)

LA NOVELA DE LA SEMANA | Chan Koonchung: Años de prosperidad



Es más que una frase: China tiene su propio 1984. A la manera de George Orwell, Chan Koonchung, veterano periodista, ha creado una distopía que arranca en 2013 con una amnesia colectiva que afecta –“infecta”– a todo el país, manteniéndolo sumiso, callado... y aparentemente feliz. Todo sea por el bienestar, la estabilidad social y económica del país.
Lao Chen, el protagonista, es un novelista incapaz de escribir una sola línea que se pregunta cómo se puede vivir siempre satisfecho. Hasta que descubre el “lavado de cerebro” colectivo que ha hecho olvidar la revolución de 2011 –rebeliones, saqueos, escasez de alimentos y una dura ley marcial– en medio de la gran crisis económica mundial. Al punto que la realidad china aparenta “Un mundo feliz” huxleyano.
Pero a Chen, con indudables simetrías con la biografía del propio Koonchung, parece no afectarle la prosperidad colectiva. Buscará a Xiao Xi,, una antigua novia y disidente, para redimirse: pero lo que encuentra, más allá del amor y la amistad, es la verdad y el idealismo. Una gran metáfora de la China. 
Enlace con la página web de la editorial Destino
Texto publicado en el nº 2.777 de Vida Nueva.


Chan Koonchung: Años de prosperidad (Ediciones Destino), Barcelona, Noviembre de 2011, 350 páginas, 19,50 €

sábado, 19 de noviembre de 2011

Un “pequeño Hermitage” en el corazón del Prado



Casi 180 obras procedentes del museo ruso, se instalan durante cuatro meses en la pinacoteca madrileña, entre joyas de oro griegas y pintura del Renacimiento a las vanguardias. Una exposición imprescindible. Este es la entrada de mi artículo publicado en la revista VIDA NUEVA (Núm. 2776. Del 12 al 18 de noviembre de 2011).
A la orilla del río Neva, en San Petersburgo, el Museo del Hermitage es también morada de Dios. En su infinita colección con más de tres millones de piezas expone testimonios del Egipto de los faraones, de las culturas siberianas de Eurasia y del mundo grecorromano, junto a grandes obras maestras de la pintura renacentista, la escultura neoclásica o las vanguardias del siglo XX. “El Hermitage muestra la esencia del mundo”, le gusta decir a Mikhail Piotrovsky, su actual director. En ella –y sobra decir que evidentemente– la belleza de Dios protagoniza buena parte de su fabulosa colección de escultura y pintura italiana, española, flamenca, alemana y francesa entre los siglos XIII a XIX. Las “madonnas” de Leonardo, la Sagrada Familia de Rafael, los Tizianos de la Pasión, los recién nacidos de Lucas Cranach, los Rubens bíblicos, los apóstolados del Creco, las estampas evangélicas de Poussin… 
Un soplo de esa majestuosidad llega a Madrid entre las 180 piezas de “El Hermitage en el Prado”, que durante cuatro meses y medio –hasta el 25 de marzo– ofrecerá una poderosa síntesis del papel del museo ruso como “guardián de la cultura y la memoria histórica”, según su propio director. En esa selección de piezas de arqueología, artes decorativas, escultura y pintura que da vida al “pequeño Hermitage” en Madrid –y que comprende más de 2.500 años de historia del arte entre el oro de los nómadas de la estepa (IV a. C.) a la abstracción europea del siglo XX–, está presente la inspiración divina: una notable representación de una veintena de lienzos y tallas firmadas por Durero, Tiziano, El Veronés, Ribera, Rembrandt, El Greco, Poussin, Bernini o Antonio Canova.
San Sebastián curado por las santas mujeres, de Ribera
Es una parte, reducida, de la interesantísima colección que uno de los grandes museos enciclopédicos del mundo, junto al Metropolitan de Nueva York y el British Museum, ha traído a Madrid, en correspondencia con la exposición de noventa obras maestras del Prado en el Hermitage a principios de año, clausurada con 630.000 visitantes en tres meses, récord en el museo ruso, como punto de partida de la celebración del año Dual España-Rusia 2011. Mikhail Piotrovsky, director del Hermitage y comisario de la exposición, no se ha conformado con mostrar en el Prado ejemplos de las célebres colecciones de pintura impresionista y post-impresionista del museo ruso, con Monet, Cézanne, Renoir, Gauguin y Matisse, entre otros
Ni con atreverse a colgar en la pinacoteca madrileña la Mujer sentada y la Bebedora de absenta, ambas de Picasso, o dos obras cumbres de la vanguardia abstracta rusa: la Composición VI de Kandinsky y el misterioso Cuadrado negro de Malevich. Junto a ello, ha trasladado a Madrid  joyas de la pintura renacentista religiosa como el Descanso en la Huida a Egipto con santa Justina (1529-1530) de Lorenzo Lotto, el magnífico San Sebastián (1576) de Tiziano, la Lamentación sobre el cuerpo de Cristo muerto del Veronés (1576–1580) o Las santas mujeres ante la tumba de Cristo resucitado (1598) del ya manierista Annibale Carracci. Del Barroco español –punta de lanza de casi las doscientas obras de pintura española entre los siglos XVI y XIX en San Petersburgo– presenta uno de los San Pedro y San Pablo (1592) pintados por El Greco y el formidable San Sebastián curado por las santas mujeres (1628) de José de Ribera.
El tañedor de Laud (1598), de Caravaggio
Presente  están también esos notables ejemplos del “arte sacro” interpretados por los clasicistas franceses: el Descanso en la Huida de Egipto (1657) de Nicolas Poussin y el conocidísimo lienzo de Philippe de Champaigne Moisés con las Tablas de la Ley (1648). Y de Rembrandt, gran protagonista de la colección pictórica del museo de los Zares gracias al afán coleccionista de Pedro I El Grande (1672-1725) –aunque fue Catalina II la verdadera creadora del museo–, ofrece un bíblico Hamán reconoce su suerte (Hamán recibe la orden de honrar a Mardoqueo), pintado entre 1660 y 1665. No es el fabuloso El regreso del hijo pródigo –que se ha quedado en San Petersburgo–, pero cierra un “fabuloso compendio de las principales ideas cristianas con sus paradojas, desde la Trinidad hasta el amor hacia el pecador”, al decir del director del museo ruso. 
La presencia sacra se extiende a un carboncillo de Durero –La Virgen con el niño (1514)– y, entre las esculturas, al boceto en terracota de Bernini para el Éxtasis de Santa Teresa (1647) y a una de las obras maestras en mármol de Antonio Canova, la Magdalena penitente (1808-09). Más allá, la presencia pictórica del renacimiento al neoclasicismo se alterna con ejemplos profanos, también obras maestras indudables, como un gran Velázquez de etapa sevillana que Piotrovsky “devuelve” a España: El almuerzo (1617). En torno a él, en un indudable diálogo con la colección permanente del Prado, retratos, paisajes, bodegones de Rubens, Van Dyck, Rembrandt, Frans Hals, Paulus Potter, Willem Kalf o Claudio de Lorena. Destaca, entre ellos, uno de los tesoros del Hermitage, el Tañedor de laúd (1598) de Caravaggio. El espectador tiene la impresión de estar escuchando la melodía y la letra de su canción...
Ver el texto completo en la revista Vida Nueva


miércoles, 16 de noviembre de 2011

Ernesto Mallo y su imprescindible comisario Lazcano

Foto: Juan Caballero
He aquí un siempre testimonio, escrito entre la premura de los días. Tan sólo quería dar testimonio de Ernesto Mallo (La Plata, Argentina, 1948), escritor que me ha hecho reencontrarme con la pasión de la novela negra. Dícese cuando descubres a un escritor y su protagonista y, finiquitada la primera novela, corres inmediatamente a por todas las demás disponibles del mismo dueto. En este caso, Mallo y su "Perro" Lazcano. Es lo que me ha sucedido gracias a la editorial Siruela, que ha acercado al territorio español a este peculiar novelista e interesante serie. Quede aquí este testimonio y la recomendación, sobre todo, de Crimen en el barrio del once (Siruela, 2011), sin duda obra maestra del género negro contemporáneo. 

De entre la plaga de novedades negras y criminales, y su cada vez más alarmante falta de calidad, es difícil dar con la aguja en el pajar. Curiosamente, La aguja en el pajar es el título argentino de esta primera novela de Ernesto Mallo, retitulada en España como Crimen en el barrio del once, del mismo modo que Delicuente argentino, la segunda novela, acaba de ser publicada, también por Siruela, como El policía descalzo de la Plaza de San Martín. Curiosamente, ambos títulos nos sirven para que el lector sepa que con Mallo no se equivoca. E insisto, si buena es la segunda entrega del "Perro" Lazcano, mejor aún es la primera. Y pronto habrá una tercera.


El personaje, el comisario Lazcano, y el propio Mallo exigen (o, más bien, merecen) una crítica amplia, coherente y meritoria, sin duda; del mismo modo que el periodo en el que transcurren: 1979 y 1981,respectivamente. Ahora las prisas me impiden entrar con profundidad en ello. Pero para que el lector, acaso, tenga un primer contacto con la maestría de Mallo me remitiré a sendos artículos sobre sus ediciones argentinas, publicadas en el suplemento cultural Página 12, con las que no puedo estar en desacuerdo. Ni mucho menos. La primera, "Momento shakespeareano", es una crítica-entrevista firmada por Andrés Berlanga, que define Una aguja en el pajar, es decir, el Crimen en el barrio del once, de la siguiente manera: 
Un gran policial que transcurre durante la dictadura y que logra hacer querible a un protagonista comisario. Una militante del ERP buscada por el Ejército que confía en él, se enamora, y es protegida hasta el final. Ernesto Mallo construye en La aguja en el pajar un relato realista y notable con profusión de incorrecciones políticas hasta aquí casi inconcebibles. A los 57 años este ex militante de las FAR, también perseguido durante la dictadura, consigue en su primera novela, a través de un lenguaje seco y directo, una efectiva plasticidad y contundencia para ambientar lo opresivo de esta ciudad en 1979, para delinear los perfiles y las motivaciones de sus personajes, para dosificar descripciones y toques de humor filosos, para armar diálogos que a la vez funcionan como un fresco del ideario de una sociedad, para generar suspenso y para construir una novela de género que, imperceptiblemente, se convierte en otra cosa. “El comisario Lascano es la aguja en el pajar, el diferente a todos los demás”, dice Mallo. “Uno. Uno solo. Yo creo que se me puede permitir pensar que hubo uno bueno.
La segunda cita, El policial escrito en argentino, es una prolija reseña de Guillermo Saccomanno, que arranca acertadamente: 
¿Qué quiere decir Alejandra Pizarnik cuando escribe: “Mañana/la carta desconocida/encontrará las manos del alma”? ¿Qué quiere decir Ernesto Mallo (1948), cabe preguntarse, cuando invoca a la poeta suicida en el acápite de Delincuente argentino? Boutade o provocación, lo que insinúa Mallo es que conviene desconfiar de las reglas fijas de un género. ¿Acaso la violencia de un poema no puede conectarse con la violencia de una narrativa y ambos, a su vez, conectarse con la violencia política? Delincuente argentino, más allá del hallazgo de su título seductor (que promete y cumple una radiografía del hampa institucionalizado) es algo más que una novela policial: una manera de narrar lo social que mucha novela local contemporánea (la psicológica, la social, la vanguardista) pareciera congelar en tics: se trate de una poética kitchosa, cumbiera o tecno/web. Delincuente argentino pertenece a un género que venía en desuso: el policial. Y en su rescate, Mallo lo cuestiona al preguntarse cómo narrar hoy lo social, una corrupción que los medios informan pero no narran. No es poco desafío escribir una policial despegando de la crónica en una época donde la ficción suele zozobrar ante la contundencia de lo testimonial.


En esta segunda novela, es decir, en El policía descalzo de la Plaza de San Martín, cobra coprotagonismo el "Topo" Miranda, un ladrón peculiarmente honesto, con el que el "Perro" parece que hará pareja en la tercera entrega... Sirva, entre tanto me hago esperar, el recurso a otros dos textos, para culminar tres aspectos siempre necesarios en cualquier contexto literario: el personaje, el autor y su proceso creativo o nacimiento de su comisario Lazcano. Van aquí, acerca de los dos primeros abuso de un texto de Amir Valle, Ernesto Mallo tras las marcas invisibles de la violencia, publicado en El Otro Lunes. De Lazcano, que para mí ya figura en el recuento de protagonistas imprescindibles de la mejor novela negra, dice:
Lo cierto es que Lascano es el personaje que necesitaba las tramas noveladas por Ernesto Mallo. Sus características psicológicas, su curiosa historia de vida, sus vacilaciones, y sus pérdidas del amor (que, no obstante, seguirá buscando incansablemente como una isla que sabe puede salvarlo de la mierda en que está hundido) le permiten recorrer los sucios laberintos, humanos y geográficos, en que debe investigar en busca de una verdad que, él lo sabe, no servirá de nada incluso aunque la encuentre.
Y de Mallo, directamente, lo catapulta hasta la cumbre de la novela negra y criminal, lo cual, ya ha quedado dicho, suscribo:
En el actual escenario de la literatura argentina destaca un nombre: Ernesto Mallo que, obra tras obra, se ha ido colocando a la cabecera de las letras de ese país, aún cuando, según he leído en algunos sitios, se le siga considerando simplemente un escritor de novela negra.
¿Pero dónde radica la "negritud" de las obras de Ernesto Mallo? ¿Bastan dos novelas para haber ingresado en la prestigiosa lista de nombres imprescindibles del género negro en lengua española?
La respuesta a la primera: en la autenticidad de su mirada literaria hacia la violencia que gravita sobre Argentina; y la respuesta a la segunda: sí, de modo rotundo. 
Poco más, un tercer apunte, sobre el autor, una crónica de Jota Palacios sobre su presencia en 2007 en la XX Semana Negra de Gijón titulada Ernesto Mallo: La literatura me salvó del suicidio. Aunque innecesario, desde el punto de vista de que la valoración de una obra literaria está por encima de las circunstancias en las que fue escrita, nunca está de más. En cualquier caso, es una coda, un añadido para entender mejor las razones del novelista y qué le condujo hasta el comisario Lazcano. En ella Mallo asegura: "Esta experiencia me ha demostrado claramente la utilidad de la literatura como absoluto y eficaz salvavidas, no solo para las personas, sino también para la cultura, la sociedad y los pueblos".

Primeras páginas de Crimen en el barrio del once, gracias a la editorial Siruela.

Primer capítulo de El policía descalzo de la Plaza de San Martín, gracias igualmente a Siruela.

LA NOVELA DE LA SEMANA | Juana Salabert: La faz de la tierra



La familia es un constante tema literario. De hecho, está presente en toda obsesión narrativa.  Juana Salabert (París, 1947) es una sólida autora que nunca deja atrás en sus novelas esta permanente necesidad de mirar alrededor, y escribir una y otra vez sobre vivencias familiares. Lo ha hecho en distintos contextos históricos, como el exterminio nazi en Velódromo de invierno, con mayor o menor poso autobiográfico y con distinto papel protagonista. Aquí, en La faz de la tierra, la familia ocupa por completo la novela, a partir del maltrato como eje e infierno cotidiano. Es el que sufre la joven Ela. Sobre ella y su familia se posa la mirada detallista, profunda y poderosa de una narradora que no da tregua a los secretos y las envidias. Salabert sabe indagar en las preguntas siempre pendientes de una familia y aportar una mirada lúcida desde diferentes puntos de vista, al punto que ha creado una novela coral. Adopta, por lo demás, un tono de duelo, dramático, aunque deja una ventana abierta a la esperanza.


Juana Salabert: La faz de la tierra (Alianza Editorial), Madrid, Octubre de 2011, 256 páginas, 17,50 €

Extra: La video-entrevista promocional de la Editorial Alianza:


Acceso a la información sobre la novela en la web de Alianza.


martes, 8 de noviembre de 2011

Tomás Segovia, muerte del ausente



“Indignado, pero por mi cuenta” –como va diciendo Victor Manuel aún por los escenarios y las cuencas mineras– ando esta tarde, después de ver y escuchar dos, tres, telediarios –qué decepción con TVE– y ver que la noticia es lo insípida que acostubra, pero que, aún así, ignora la muerte de Tomás Segovia (Valencia, 1927), poeta y exiliado. Por este orden. El creador va siempre con su dolor y su experiencia subidos a los hombros, eso ya se sabe, de ahí que sea innecesario separar al último exiliado del verso patrio de su cumbre poética. La palabra de Segovia encarna los valores del exilio, de esa errancia per se del hombre contemporáneo, condenado a huir de la tierra, de lo cercano, de la raíz. Pero en ese vivir lo ajeno encontró Segovia el origen de la civilización y de su propia voz poética. Escribir era también, así lo decía él, mirarles a los ojos a unos cuantos enigmas de la vida.

Novelista, traductor, dramaturgo, Segovia se ha paseado en su totalidad literaria por el sentido de la historia, por el rastro de la soledad, por el impulso del eros, por el ahondamiento en lo sagrado de vivir, por el vislumbre de lo profético, por un estar de pie en la realidad y por el punto de vista de un yo siempre desafiante. Todo ello era Segovia, aun cuando, por lo debajo, por lo subterráneo, todo ese mismo eco poético es ausencia, hasta su muerte es ausencia. “La poesía no se produce sola. Hay que descubrirla, no inventarla” (1). Esa frase no sólo retrata su modo de ser poeta, sino también su encarnación de la vida, su modo de vivir. La vivió con intensidad, con rebeldía, con una distancia hacia el poder fuera cual fuera su forma y su nacionalidad, con desobediencia – a “recetas y consignas de época”, como decía, definiendo su poesía misma– entre México y Madrid, a donde volvió silenciosamente como hijo del exilio hace ya unos años.

Viajó recientemente a México, a donde nunca dejó de ir, y allí en DF le sorprendió una muerte que no esperaba antes de regresar a España. Sin telediario, pero con la pasión de los lectores, Segovia estará siempre en las dos orillas del Atlántico. Un poeta errante, del Sol y la Luz, que quizá quiso morirse en México, donde era figura, referente, intelectual y lúcido. Aquí, no se le trató con la desmesura que merecía, independiente de todo y de todos. En “Partida”, un poema de Partición, que reunió poemas de entre 1976 y 1982, escritos en su mayoría tras regresar a España por primera vez, hay tres versos que resuenan de modo especial hoy día de adiós y luto como hoy:

Me voy libre de peso
Contento de no ir a ningún lado
De no ser el ausente en ningún lado.

Le recuerdo por muchos poemas. Por “Atardecer”, por ejemplo, un poema de La voz turbada (1943), presente en la precisa antología que Fondo de Cultura Económica publicó en su colección Tierra Firme, publicada en 1998.

ATARDECER
Qué solo se está el mundo cuando cae la tarde, 
cuando la hora y la luz hacen posible 
la llegada de un reposo que no existe. 
Qué triste es el mundo cuando cae la tarde 
y quedo a solas con él en el silencio. 
Nada tengo puesto en el mundo 
pero él ha puesto en mí su tristeza 
como el mar ancha y salobre. 
Nada tengo puesto en el mundo 
si no es mi origen en su tierra oscura 
y me separa de él toda la fuerza 
de mi esperanza. 
Pero lo llevo dentro, vasto y punzante, 
y amo su tristeza cuando cae la tarde, 
cuando mi alma busca en el silencio 
un reposo que bien sabe que no existe.

(1) En una entrevista mantenida con Mónica Mateos sostenía Tomás Segovia: “La poesía es crear sentido. Pero no utilizo el crear como aquello de ‘Dios creó’, sino como descubrir y así es una responsabilidad. La poesía no se produce sola, no hay una ley inexorable que la produce. Hay que descubrirla, no inventarla”.