lunes, 26 de enero de 2015

Magistral Cabrera, hombre de fe y ciencia / Laurel y rosas (27)

Retrato del Magistral Cabrera expuesto en el Museo de la Catedral de Cádiz.


JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | DIARIO DE CÁDIZ

A pesar de los esfuerzos de antaño y de ahora, hay figura esenciales en la historia de Chiclana que pasan de puntillas. Uno de ellos es quizás el más ilustre sabio nacido entre nosotros: Antonio Cabrera y Corro (1763-1827), que, entre el corolario amplísimo de responsabilidades civiles -Interventor de Hacienda, Comisario de Guerra, Examinador Sindical y Profesor-, ha quedado para la historia como "canónigo magistral" de la Catedral de Cádiz, cargo que obtuvo en oposición a José María Blanco White, aunque "el Cabildo había hecho ya su elección -afirma el escritor y sacerdote sevillano en su autobiografía- antes de convocarlas, según sabía muy bien el candidato triunfador". No le faltaban méritos sin embargo a don Antonio. Ahí está esa referencia afortunada que es la biografía de Paz Martín Ferrero, "El Magistral Cabrera, una naturalista ilustrado" (Diputación de Cádiz-Ayuntamiento de Chiclana, 1997), que, particularmente, nos abrió -con la necesaria profundidad- el conocimiento de entre quien mejor luce entre los hijos de esta ciudad ese adjetivo notorio, distinguido y distintivo que es "insigne". Si hoy la figura del Magistral Cabrera sigue siendo una referencia actualísima es como botánico, aún como ictiólogo, pero indudablemente como ficólogo, es decir, como verdadero precursor del estudio de las algas. En el Real Jardín Botánico de Madrid existe aún un "herbario" enviado por Cabrera con especies de la marisma de Chiclana a Sancti Petri. Entre ellas, como simple curiosidad, una conocida como "Suhria vittata", rarísima en cuanto es habitual solo en los mares fríos del Hesmiferio Sur. 

En la exposición "Vox Clamantis" se pudo ver un ejemplar del libro "Breve noticia histórica del ficólogo español D. Antonio Cabrera" (1925), escrito por Luis Pardo, gentilmente cedido por el director del Archivo Diocesano del Obispado de Cádiz y Ceuta, el padre Luis Palomino Millán. Ese libro -en el que se incluye una lámina con una imagen de un retrato del Magistral Cabrera existente entonces en la Iglesia Mayor de San Juan Bautista y lamentablemente desaparecido- ha dado pie a que, de una vez, podamos saldar una deuda pendiente con el padre Palomino Millán, que es quién mejor conoce la figura extraordinaria del Magistral Cabrera, del que ha dado en los últimos años sugerentes conferencias destacando el notable papel del sacerdote chiclanero en el Cádiz de las Cortes, en donde jugó una gran influencia. Predicó, por ejemplo, en el Te Deum que se celebró en la Iglesia del Carmen tras la jura del texto constitucional. Ramón Solis recogió un anónimo "Soneto a la Constitución" que deja muy claro el papel preponderante del Magistral Cabrera, y en sus tres últimos versos afirma: "Tus leyes regirán la edad postrera/ si hay ministros del culto santo y puro/ como el insigne magistral Cabrera".




Evidentemente, en la apertura al culto de la Iglesia Mayor de San Juan Bautista la presencia -y el protagonismo- del ilustre magistral era inevitable: "El día del Sr. San Juan Bautista, Patrono del pueblo y titular de la iglesia, cantó el Sr. Vicario capitular de la ciudad de Cádiz, D. Mariano Martín de Esperanza, la primera misa y en ella predicó el Magistral D. Antonio Cabrera natural de esta villa", como se lee en el Libro de bautismos nº 41. Aunque nacido en la calle Jardines, Cabrera creció muy cerca de la Iglesia Mayor, en lo que eran las Cuatro Esquinas -según Jesús Romero Montalbán no era la que ahora conocemos, sino justamente más abajo, en el cruce de Padre Añeto con Corredera, la antigua calle de los Mesones-, en donde su familia regentaba una panadería. El padre Palomino Millán no solo va a recrearnos su figura esencial, sino que también va a sorprendernos con sus revelaciones como hombre de ciencia. Pero el próximo viernes, 30 de enero, a las 20,30 horas, en la propia Iglesia Mayor de San Juan Bautista, el director del Archivo Diocesano también va a mostrarnos esa otra fama de hombre santo que hizo del Magistral un personaje "popular, querido, entregado, desprendido y dadivoso, afable y jocoso". 

Es cierto, como se ha escrito, que la cualidad más brillante del Magistral Cabrera no era ciertamente su talento, ni su sabiduría, ni su elocuencia, sino el constante ejercicio de las dos primeras virtudes cristianas: la humildad y la caridad. "Héroe de la caridad", lo llamó el agustino Domingo Peña de San José, primer Superior del convento de San Telmo en 1949, según nos ha alumbrado Romero Montalbán. En el libro "19 huellas" (Navarro Editorial, 2013) se lee un extraordinario relato escrito por Julián Mª Cano Villanueva, "Escultura para una encrucijada (Una mirada al Magistral Cabrera)". Ahí, don Antonio se encuentra con su ángel de la muerte, lo que fue su vida y su ejemplo; que a Cano Villanueva, en un íntimo colofón, le sirve para afirmar: "He comprendido que no se puede ser maestro de verdad si la sabiduría y la paz no inunda el espíritu de pies a cabeza".

http://www.diariodecadiz.es/article/opinion/1947070/magistral/cabrera/hombre/fe/y/ciencia.html