sábado, 21 de febrero de 2015

Chiclana según Pérez Galdós / Laurel y rosas (29)

Galdós, según Sorolla. Foto: Casa-Museo de Pérez Galdós. Las Palmas de Gran Canarias.

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | DIARIO DE CÁDIZ
La vida, como la literatura, es disonante, ambigua y ambivalente. Estos tres adjetivos –exactos sin duda– los enumera el filósofo Joan-Carles Mèlich es un librito extraordinario, “La lectura como plegaria” (Fragmenta Editorial). “En la literatura no hay ideas claras y distintas, no hay principios que nos digan cómo y de qué forma hay que leer, ni cuál es la forma correcta de lectura. En la literatura, como en la vida, tampoco hay señales inequívocas que nos muestren la interpretación correcta”. Para Mèlich, la literatura es, ante todo, un juego de infinitas interpretaciones. Me acordé de Mèlich por asociación con una relectura reciente de Galdós: “Misericordia”, en la magnífica edición de la Real Academia Española con un texto introductorio de Antonio Muñoz Molina. Un Galdós desengañado políticamente y que en esa novela, acabada en 1897, abandona el anticlericalismo por un misticismo en cierto modo necesario. “No hay religión sin misterio, sin angustia, sin vértigo”, dice Mèlich en su libro de aforismos. Frase muy propia para estos tiempos de cuaresma. También para concluir esta introducción de Benito Pérez Galdós (Las Palmas, 1843-Madrid, 1920), escritor portentoso como saben, y de una revisión que, desde hace tiempo, tenía pendiente a cómo Chiclana aparece en varios de sus volúmenes de los “Episodios nacionales”, al menos en cinco: en los titulados “Trafalgar”, “Cádiz”, “Mendizábal”, “De Oñate a la Granja” y “O’Donnell”. 
     La presencia de Chiclana en las 47 novelas que componen la gran serie histórica decimonónica o, para ser más concreto, es también la de personajes fundamentales de la Chiclana del XIX, siglo que ya se ha dicho que es, particularmente, nuestro siglo de Oro. “Yo soy gaditano, o lo que es lo mismo, de Chiclana, y por tener algún parentesco lejano con los Méndez y amistad con los Bertrán de Lis, no me ve usted pidiendo limosna. Soy muy corto. Aquí sólo hacen carrera los parlanchines, y yo, aunque andaluz, me callo muy buenas cosas y no tengo el despotrique que ahora se usa. Sea usted bullanguero, piense como un topo y charle como una cotorra, y verá cómo se le abren todos los caminos...”. Párrafo que Galdós pone en boca de don Fernando Galpena, protagonista de “Mendizábal” (1898), personaje de oscuro pasado y aún más extraño presente. La elección de Galpena como chiclanero nunca la explicó Galdós, pero en la novela se entiende perfectamente como un recurso para hablar de dos figuras del momento: una taurina, Paquiro; la otra, emergente, García Gutiérrez, que, como el mismo Juan de Dios Méndez Álvarez “Mendizábal” –aunque Galdós no duda en decir que es “hijo de Cádiz”–, aparecen también en “De Oñate a la Granja”, novela de la que sigue siendo protagonista el chiclanero Fernando Galpena.



      En “Mendizábal”, por ejemplo, Galpena asiste a una corrida con su mentor, el padre Pedro Hillo, para ver al “afamado” Paquiro, su paisano. Galdós llega incluso a atribuir a otro de los personajes de esta novela, a José del Milagro, compañero de Galpena en la Secretaría de Marina, la puesta en escena de “El Trovador”. Así le dice a Galperna: “Y en casa puede usted ver a una notabilidad, un chico poeta de mi pueblo, Chiclana, que aunque soldado de la última quinta, hace versos como los ángeles; sólo que es tan corto de genio y tan para poco, que cuesta Dios y ayuda hacerle leer lo que escribe. Se llama Antonio Gutiérrez, y ha compuesto un dramita que titula El Trovador o cosa así, y en casa nos ha parecido tan bueno, que yo mismo se lo he llevado a Guzmán para que lo lea, a ver si a él o a Carlos Latorre les da la ventolera de representarlo”. Galdós, ya en “De Oñate a la Granja” (1876), había insertado en la narración una carta dirigida a Fernandito Galpena por su madre: “¡Lo que te has perdido, badulaque, por meterte a politiquear en tonto! Si hubieras seguido formal y obediente, habrías asistido al estreno de El Trovador en el Príncipe. ¡Qué bonito drama, qué versos primorosos! Pocas veces ha estado nuestro gran coliseo tan brillante como aquella noche... ¡Qué selecto gentío, qué lujo, qué elegancia! La obra es de esas que hacen llorar en algunos pasajes, y en otros encienden el entusiasmo. Quizás tú la conozcas; el autor es un jovencito de Chiclana que andaba contigo y con Miguel de los Santos”.
     Chiclana aparece como parada del embustero Malespina dirección a Algeciras en “Trafalgar”, escenario de “la célebre batalla del Cerro de la cabeza del Puerco” en Cádiz, de residencia del taimado Tuste durante su adolescencia en “O’Donnell” o ciudad natal de “un tal Méndez, que en su día se las había visto más gorda, pues ni latín sabía, y se pasa el tiempo derribando vacas”, pariente de Mendizabal, al que el ministro había enchufado en “De Oñate a la Granja”. Ministro al que, por su origen gaditano, uno de los personajes, Víctor Ibraim, le llama “jormiguiya” por su origen gaditano, pero también por “su mucho moverse, mucho proyectar de fantasía, y poco chapitel”.

Ver en Diario de Cádiz:
http://www.diariodecadiz.es/article/opinion/1967961/chiclana/segun/perez/galdos.html