martes, 23 de agosto de 2011

Sobre España y un poema de Manuel Vilas

Playa de La Barrosa al amanecer


Leía, de nuevo, a Manuel Vilas (Barbastro, 1962), un poeta que siembra reflexiones y recoge admiración. Siempre es nuevo, pero siempre es —a la vez— reconocible. Seguramente su mejor libro sea Resurrección (Visor, 2005), aunque Calor (Visor, 2008) le siga cercano en originalidad, voz y talento. Vilas proclama en un poema memorable como “Micheaud” que “No me gusta España porque la libertad aquí es una suposición / Me gusta España porque el verano es aquí una resurrección”. No cabe un retrato mejor en dos versos de este país que se apresta a dos meses —aunque quién puede decir que no llevamos ya otros tantos y más— de guillotinas y mandobles. Mata la imaginación, mata las palabras. Nos salva la poesía. 

Sí, España. Dejemos a los políticos y sus secuaces perderse en los paredones del poder, y quedémosnos con los poéticos. Leía a Vilas, su poema “España” y pensaba que no hay escritor contemporáneo que haya retratado esta España nuestra como él desde los poetas del 27. Exagerado o no, lean, encontrarán raíces de la crisis, pero también morderán el polvo de sentirse reconocidos. Es lo que tienen los poetas, por eso a veces no nos gustan nada. Otro día volveremos, por ejemplo, a un poema genial que es “El inmaduro”, radiografía del hombre contemporáneo. El poema ahora es en prosa y se titula, ya lo saben, “España”, décimo de los reunidos en el capítulo “Vida Española” de, naturalmente, el poemario Resurrección:

ESPAÑA
El frío se largó. Con el frío se fue el siglo XX. Ahora reina el fuego. El calor en España es muy salvaje. La gente quiere tomar el sol, beber cerveza helada, mirar el mar. Como casi todo se ha muerto, sólo nos queda lo que siempre estuvo allí desde el principio: el cuerpo. Nos dedicamos a darle placer al cuerpo. Somos helénicos, griegos, mediterráneos. Platón ha vuelto. Queremos el lujo, casas frente al mar, ocio, largos viajes por el mundo, el conocimiento, la gravedad, la posesión, el escrutinio. No queremos un coche barato, queremos un Mercedes 600, ¿te enteras ya? No queremos acudir en cola rusa a piscinas municipales, queremos el lago de Garda a nuestros pies. No queremos un apartamento de o metros en Salou. Queremos una villa en el Adriático. Lo demás no puede importarnos. Por eso nos hemos hecho absolutamente modernos. Sólo los antiguos aún hablan de a pobreza, del sacrificio, del trabajo, del fútbol, de la redención, de madrugar todos los días, de ir a votar para que alguien haga posible el gran milagro de que puedas seguir madrugando todos los días. Hemos progresado filosóficamente. Hasta los vascos nos son indiferentes. Del Rey os importa saber quién le cuida las enormes rosas abiertas para pocos del palacio de Marivent. Sólo la riqueza extrema y el ocio metafísico hacen interesante este mundo. Disfruta este enorme paraíso, este mar, este calor español. Lo queremos todo. Estamos preparados para la felicidad.