lunes, 23 de marzo de 2015

Réquiem, duelo e iluminación / Laurel y rosas (31)


Recreación del paso del Santísimo Cristo Yacente, en la "Pasión" de la compañía Teatro Corsario, de Valladolid. Foto: Luis Laforga/Teatro Corsario.

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | DIARIO DE CÁDIZ
En el umbral de la Semana Santa, en las andas mismas de pregones que van y vienen al filo de la Cuaresma, es el momento preciso para significar cómo en las calles de Chiclana vamos a ver de nuevo ese itinerario donde la divinidad de Jesús se esconde. En la Pasión, la filiación divina de Jesús irradia desde su humanidad. Dios se humaniza al vincularse al sufrimiento, que es la revelación de la Cruz. Borriquita, Humildad y Paciencia, Afligidos, Perdón, Medinaceli, Nazareno, Santo Cristo, Santo Entierro encarnan eso que Rafael Argullol, novelista y ensayista, catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Universidat Pompeu Fabra, llama la “pasión del Dios que quiso ser hombre”, título preciso de su último –y recomendable– libro sobre la atracción de la figura de Jesús y su íntima vinculación con la historia del arte. “La intimidad que pronto dejé de tener con el cristianismo –confiesa Argullol– la continué teniendo con Cristo. El personaje me fascinaba, por más que fuera escurridizo para toda interpretación. Si mayor poder residía, creo, en ese oscuro amor que se enroscaba alrededor de tanto tormento. Esto era, al mismo tiempo, excesivamente inquietante”.

     La vida y la muerte de Jesús ha transformado nuestras formas de ver la vida; del mismo modo que altera la cotidiana tranquilidad de las calles durante la Semana Santa. Su presencia ha marcado, también, nuestra forma de comprender la cultura –el arte y la música, básicamente– a lo largo de los siglos. Inmersos en una sociedad escéptica, enclavados en un tiempo postreligioso, creer no es fácil, pero al mismo tiempo la figura de Jesús emerge de nuevo como un modelo a imitar: el centro de mensaje de Jesús está en su vida, no en su muerte y en el posterior anuncio de su resurrección. Su Pasión –esa epopeya trágica del cuerpo– es el espejo en el que se refleja la humanidad del Dios hecho hombre. Aquello de lo que habla el filósofo Juan Antonio Estrada en “¿Qué decimos cuando hablamos de Dios? La fe en una cultura escéptica” (Editorial Trotta): “La religión tiene que humanizar, capacitar, ayudar a crecer. Dar fruto de justicia, de verdad y de solidaridad”. El hombre se diviniza al solidarizarse con el otro.


     Es indudable que la cultura tiene una atracción pendular, de idas y venidas, con el misterio de Jesús. En los últimos años, novelistas españoles –y no solo católicos– se adentran en su figura con curiosidad y profusión: el citado Rafael Argullol, Eduardo Mendoza, Ricardo Menéndez Salmón, Álvaro Pombo, Gustavo Martín Garzo, José Luis Corral. En la poesía y en el teatro figuras renovadoras como José Manuel Correidora se enfrentan a Cristo y su Pasión, como desde el renacimiento lo vuelven a hacer compañías contemporáneas como Nao d’Amores o desde el barroco la vallisoletana Teatro Corsario.

     En el escenario musical, existe una renovada pasión –sirva el juego de palabras– por programar una y otra vez réquiems, entendidos no solo como el género medieval de la misa de difuntos, o sus versiones más contemporáneas denominadas “corpus un memoriam” basadas en textos sagrados, o incluso esas “evocaciones fúnebres o lamentaciones de tema mortuorio” desprovistas de toda connotación litúrgica. La misa de réquiem es una de las mayores aportaciones de la Iglesia Católica a la música clásica. El origen de una composición concebida –más allá de su funcionalidad litúrgica– para transmitir paz y consuelo explica, indudablemente, el interés creciente que se vive por los réquiems. También como materialización coral de la Pasión de Cristo. Nunca se han programado tantos ni tan diversos.



      El próximo día 28 –sábado de Pasión– la Iglesia Mayor de San Juan Bautista, inmersa en su conmemoración del II Centenario de su apertura al culto, será escenario a las 21,30 horas de uno de los más singulares y contemporáneos: el estrenado en 1985 por el legendario Andrew Lloyd Webber, uno de los grandes compositores del siglo XX, conocido por sus musicales: “Jesucristo Supertar”, “Cats”, “El Fantasma de la Ópera” o “El mago de Oz”. Webber escribió su “Misa de Requiem” en memoria de su padre, y la representó por primera vez en la iglesia episcopaliana de Santo Tomás, en Nueva York, hace justamente 30 años. 

     Es la partitura –incluido el famoso Pie Jesu, el single que interpretado por la soprano Sarah Brightman llegó a estar entre los más vendidos en todo el mundo– que ahora recupera la Orquesta Sinfónica del Aljarafe, dirigida por Pedro Vázquez Marín. Esta joven orquesta tiene en su catálogo otros réquiem famosos representados en Chiclana en los últimos años –Mozart, Cherubini–, pero también más desconocidos como el que interpretaron el pasado año de Franz Von Suppé, compositor autrohúngaro que lo estrenó en 1855. El impresionante “Descendimiento” (1435) de Rogier van der Weyden –al que el Museo del Prado dedica ahora una excepcional exposición– sirve un año más de cartel al réquiem que programa el Ayuntamiento de Chiclana. Réquiem, duelo, consuelo e iluminación.


Leer en Diario de Cádiz: 
http://www.diariodecadiz.es/article/opinion/1989915/requiem/duelo/e/iluminacion.html

P.D. Recomendabílisma esta grabación de 2010 del programa "Al margen-La última luz", de RNE, dedicado en 2010 al Réquiem de Lloyd Webber:

http://www.rtve.es/alacarta/audios/al-margen/margen-ultima-luz-requiem-andrew-lloyd-webber-22-01-10/665340/