lunes, 6 de abril de 2015

Resurrección y una coda periodística | Laurel y rosas (32)

Resucitado que procesional en Chiclana el domingo de Pascua. Foto: Paco López.

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | DIARIO DE CÁDIZ
Es Domingo de Resurrección, de Pascua, de Pascua de flores o florida; más propiamente, de Gloria, acepciones sinónimas que nos otorga la tradición para este día en el que, a partir de las once de la mañana, Jesús Resucitado culmina la Semana Santa de Chiclana. Vivimos –lo hemos acabado de ver– el Viernes Santo con más intensidad que el Domingo. No debería ser así. Que el concepto de Resurrección palidezca precisamente frente al de la agonía del Gólgota –cada día, en cierto modo, más popular– es parte de la desolada lógica de la desmitificación de la religión. Esta reflexión la tomo de uno de los grandes pensadores de hoy: el alemán George Steiner. Digámoslo, sin embargo, de otro modo más gráfico, usando la oratoria de un filósofo español, el barcelonés Joan Carles Mélich: “Creo que hay una religión de Viernes Santo y otra de Sábado de Gloria. La mía sería de este Sábado de Gloria. Este aforismo se podría entender como una confesión de que yo soy de este Dios triunfador. De ahí que el día de la Semana Santa que encuentro más fascinante y también inquietante sea el Sábado de Gloria, en donde no hay ni muerte ni resurrección. Es el momento de la duda que, a veces, se resuelve el Domingo de Resurrección”. No tanto en la certeza arcana de una vida eterna, sino por ese Jesús que, hoy de nuevo, renace dentro de quien lo ha elegido como modelo de vida y símbolo de fe.


Toro del Aleluya en Arcos de la Frontera, donde aún no
se ha perdido la tradición secular del Domingo de Pascua. 



     Detengámonos, de momento, en este Sábado de Gloria, que es, realmente, con su vigilia pascual, el día de mayor trascendencia litúrgica para otros muchos católicos. Y, sobre todo, en el calendario histórico. La tradición –también local– primaba esta fiesta religiosa ante cualquier otra. Y el simbolismo de la fiesta por excelencia eran los toros, esos toros embolados que, precisamente, corren por otras ciudades de la provincia aún hoy aunque vencidos por el folklore. En Chiclana fue habitual verlos por las calles hasta bien entrado el siglo XIX estos sábados de Gloria en conmemoración de la Resurrección. En el cabildo de 21 de marzo de 1885, por ejemplo, el alcalde Félix Martínez Domínguez aprobaba “…asistir en Corporación á los Divinos Oficios del Domingo de Ramos, Jueves y Viernes Santos. Igualmente acordó que como es costumbre inmemorial en esta población, el Sábado Santo después del toque de Gloria se corra un toro con cuerda”, según las actas capitulares transcritas por José Luis Aragón Panés. Ese toro enmaronado es verdad que, desde hace siglos, iba y venía, siempre desde el llamado callejón de los Toros (muy posteriormente denominado callejoncillo de la Cárcel, hoy desaparecido tras la ampliación de la Plaza Mayor) también en fiestas como el Corpus Cristi, que era la gran fiesta de Chiclana hasta que la Feria de San Antonio le quita el protagonismo ya a finales del siglo XIX. También en Feria se llegaron a organizar esta sueltas de toros, que, por otra parte, han vivido múltiples itinerarios por la localidad hasta desaparecer.

     No es, jugando con las palabras, necesario –ni falta que hace– la resurrección de estos toros enmaronados, embolados o en cualquiera de sus versiones. Pero, cambiando de tercio, sí que querría concluir con un deseo de resurrección, precisamente al hilo de la necesidad que estimo tiene esta ciudad de una revista de investigación histórica, o cultural, o ciudadana, adjetivos intercambiables, y para la que hay, así lo veo, lectores y demanda. Me refiero a la recuperación en una tercera etapa de la revista “El Trovador”, tarea para la que es necesaria la concentración de la iniciativa empresarial privada y el apoyo publicitario. Sería un modo de rescatar no solo ese “Periódico Independiente, Noticiero e Informativo” que durante 1932 y 1933 tuvo su redacción en la calle De la Fuente. Y que, ya en una segunda etapa en los años 80, fue rescatada como “Revista informativa y cultural de Chiclana”, bajo el patrocinio del Ayuntamiento, primero, con Francisco Javier López Macías y, más tarde, con Domingo Bohórquez Jiménez. A su manera, tuvo una importantísima tarea de recuperación de la historia local, que, dicho sea de paso, necesitaríamos alguna vez disponer de ella digitalizada para su difusión a través de internet. 

Portada del primer número del semanario "El Trovador" (1931)

     Habría que hacer singularmente lo mismo, por ejemplo con aquellos periódicos independientes de principio de siglo XX, como “La Voz de Chiclana” (1917), denominado “Periódico de instrucción y defensa social”, en el que participó activamente el padre Fernando Salado Olmedo. O los que en los primeros años 30 se editaron como “La Semana” (1930-32) o “El Trovador” de la primera etapa, que convivió con la revista “El sablazo”, de José Navarro Forero. Incluso aquel otro periódico independiente bautizado como “El Iro” (1934), inspirado en los seis números de “El Liro” (1849) que Antonio Hay de la Puente editó como “Periódico semanal de intereses locales y de todo cuanto no sea política”, afortunadamente digitalizado por la librería y editorial Navarro. Eso sí que serían verdaderas resurrecciones del patrimonio histórico y periodístico –tan escaso– de Chiclana.

Leer en Diario de Cádiz: