martes, 4 de octubre de 2011

Pensando en Nueva York y sus desencantados. Una invitación al poema "Nueva York" de Manuel Vilas...

La policía de Nueva York frena a los indignados en el Puente de Brooklyn- (REUTERS)
Entre lectura y lectura, atrapado entre la explosión de los desencantados –la verdad, que usar “indignados” me cansa y me pesa en el corazón— de Nueva York y su conquista americana, a la vez que me asalta en twitter la nueva campaña de expansión de McDonalds en España (comida basura para tiempos de basura), tuve que volver a Manuel Vilas y ese poema suyo, largo, maravilloso, ya casi legendario, que se titula “Nueva York” y que incluyó en su poemario Resurrección (2005). Tan sólo reproduzco un mínimo párrafo, que no elijo al azar, pero del que no me apetece ahora mismo entrar en explicaciones. En fin, pensando en Nueva York y sus desencantados:
Y ponía mucho hielo en la cubitera y miraba el Hudson, 
y allí estaba, al lado del aparato de refrigeración, un aparato viejo
del que me enamoré porque estaba lleno de encanto y de aire frío.
Me gusta el aire frío y me gusta el encanto y me gusta este poema
y me gustas tú y me gusta Nueva York y me gusta este billete de cien
Feliz a todas horas, como los perros bajo el sol del verano, enardecidos,
cansados, arrastrando la lengua, a punto de ser dioses norenos.
Enamorado de la suciedad de las aguas atlánticas,
de la suciedad del Metro,
de la suciedad de las almas,
de la suciedad de las papeleras gigantescas,
de MacDonald’s,
de la suciedad de las manos
de las cajeras chinas.


Y otro día me fui a Ellis Island
y miré fotos de emigrantes de hace ochenta años
verdad que alguno se me parecía y miré las maletas de la exposición
y alguna de esas maletas podría haber sido de mi bisabuelo, pero es imposible,
ojalá hubiera sido así, ojalá, y maldije a mi bisabuelo
por no haber venido aquí hace cien años, y luego salí del museo
y me comí un hot dog.
Y me pasé la tarde comiendo porque de repente estaba triste.
Comí sushi portatil, y una cake de un Starbucks que no sabía a nada,
y uva y un plátano, y fideos chinos con verdura cruda,
me gusta morder la hierba recién cogida del campo.
Y me fui a ver mujeres, como hacía todos los atardeceres, y las besaba
en los sitios insensatos, y dormía con ellas
y les quitaba el pelo de los ojos.