viernes, 28 de octubre de 2011

El homenaje al padre muerto: "Noche de navidad", de Diego Jesús Jiménez


El poeta durante una entrevista en 1997 / Bernardo Díaz (El Mundo)

"Diego Jesús Jiménez nos dejó en septiembre de 2009 y queó un vacío en nuestros corazones, pero también en el panorama de la poesía española contemporánea, porque en él había un lugar que solo su obra ocupaba, inolvidable e imprescindible". Iba a escribirlo cuando me acordé de la cita de Ángel Luis Luján y Martín Muelas, que así describen la ausencia del poeta en el número 121 de Leer y entender la poesía, dedicado por completo a su figura y su obra. Diego Jesús Jiménez con un poema formidable que indaga en la experiencia del regreso al pueblo de la infancia en Navidad para encontrarse con el inmenso hueco del padre muerto, que fue médico en Priego de Córdoba. Este poema pertenece al libro con que en 1968 ganó el Nacional de Poesía, Coro de ánimas. Aunque escrito con la nostalgia de la nochebuena, sirve, y tanto, para los días de Tosantos y Difuntos, tan encima:

NOCHE DE NAVIDAD
Te veo vivo
y sin consuelo,
padre. Aun a pesar de todo. Viendo
la vieja calma
del tilo, la fresca sombra
del ciprés, la senda
de la hormiga.
Tú, padre, cómplice 
del mal,
no salgas; no saques ya
la oreja y la nariz, que luego
corres por estos campos
del trigo, se te hace el paso loco, y tu mala
memoria, pisa la siembra
y cantas.
¡Que aún pertenece
a todas estas cosas 
tu dolor!
¡Padre, padre! ¿Otra vez?
Vuelve a esconderte. Vaya, vaya... No hay que sacarlo
de su agujero, porque no ve
y se ciega
con las cosas; y alborota, y le hace mucho ruido
la bebida, y el coñac
le hace ir hasta el pueblo,
y lo denuncian, y no quiere, en esta Navidad,
salirse de las casas. Y entra, remueve los baúles,
las alacenas, saca viejos papeles,
canela, perejil, y huele, huele... 
cada garrafa, cada orza
sin vida.
Y es invierno,
y él se mete en el río, y su catarro
tiembla
junto a los juncos
y la buena hierba. Padre, pero por qué ahora
bailas, ¡qué bien te veo!,
con qué pareja,
en este amanecer, va tu resaca; que filtro vas a darle
sin precaución, qué beso en sus encías
o en su enagua
sin sangre, o dentro
del sostén.
¡Padre! ¡Padre!,
a qué este escándalo; ¿no ves...?, ¿no ves?
Si ya te lo decía, y no haces caso
nunca.
Ven, ven, si tú estás muerto
ya. Hala, hala...,
no beses más aquí, ¡no le tires del pelo! Padre...
Si hace seis años de tu muerte. Pero cómo decírtelo si saltas, si no oyes, si va tu boca
casi al alba, y llegas a la alcoba, entras al dormitorio,
nos despiertas, te vas...
¡Qué amor habrá encontrado, si su aire
es de cansancio, y su camino es de tijeras y algodones
y gasas!

 Aquí, si cada nochevieja
vengo, si en el bolsillo, junto a la voz de tu cader 
pongo 
serpentinas, si traigo varias copas de más, y una botella 
para ti. ¡Con qué cuidado 
se la bebe! Y bromas, trucos, monjas sin cuerpo, ángeles, disfraces 
de papel, hadas borrachas 
y alegría al andar; si traigo 
mi ronquera y mi vino, la cal 
de la pared de casa aún en el hombro; y echo de la garrafa 
como ladrón devoto 
mi caridad. 
Si así te sirvo. ¡Pero 
qué juerga, 
piensas! ¡Padre! 
Y nada, 
nada, no se da cuenta de que está muerto 
y crece.