miércoles, 28 de diciembre de 2011

Ante el estreno cinematográfico de "Drive", la gran novela de James Sallis

El gran James Sallis en una foto rescatada de su página web
James Sallis (Arkansas, 1944) fue compañero en los años 70 nada menos que de Michael Moorcock, J.G. Ballard y M. John Harrison en la legendaria revista de ciencia ficción “New Worlds”, género que aún sigue prodigando. Pero Sallis es, además, traductor, cuentista, poeta, historiador del jazz y autor de la biografía “Chester Himes: Una vida”. Ha publicado, entre otras novelas, la serie del detective Lew Griffin. Ahora, con motivo del estreno de la versión cinematográfica de "Drive", dirigida por Nicolas Winding Refn, premio al mejor director en el último festival de Cannes, toca recordar las sensaciones que en su día me produjo la lectura de esa novela breve, contundente y magnífica.

James Sallis, el gran James Sallis. Quizás sobran todas las demás palabras. Un crítico norteamericano lo definió una vez con una frase melodramática: “Puede que sea uno de los mejores escritores de novela negra del que la mayoría de los lectores nunca hayan oído hablar” (Knight Ridder Tribune). Lo era. Ya no. Afortunadamente, James Sallis escapó del silencio para convertirse en uno de los autores de novela negra que más entusiasmo desata entre los lectores. Un clásico vivo.
No sólo por su magnífica serie de Lew Griffin en los bajos fondos, húmedos y violentos, de Nueva Orleans, sino también por novelas como ésta: “Drive”, breve y concisa, pero todo un verdadero monumento de gran literatura. Sí, porque Sallis sabe, como pocos autores contemporáneos, manejar la estructura del relato, acierta con la réplica oportuna en el diálogo más realista e inteligente de cuantos se escriben hoy y sabe dotar a sus novelas de una atmósfera aprensiva, negra y criminal que remite a los grandes nombres del “hardboiled”: Ed McBrian, Donald Westlake y Larry Block, escritores norteamericanos a los que, no en vano, dedica Sallis esta pequeña obra maestra.
Sallis es poético y soberbio, ya lo verán, en crear protagonistas, perdedores deslumbrantes, como este Drive, como aquel Lew Griffin, que consiguen que el lector no tenga más remedio que transformarse en cómplice, aunque sean personajes que transiten por el hampa y el alcohol: violentos, mal encarados y sin esperanza; siempre, en cambio, capaces de reinventarse su propia ternura. Sus protagonistas miden siempre sus fuerzas solos ante el mundo, y como Drive, se atienen a valores, a principios morales –el valor de la amistad, de un pacto, la fidelidad del discípulo–, que únicamente son válidos para seres que aún no han caído en el pozo de la maldad, aunque lo observan muy al borde.
Drive no es detective, sólo conduce, es un profesional, un brillante especialista en conducción —“siempre quieren al mejor”—, que por las mañanas se dedica a hacer de doble para películas en Hollywood, pero que por las noches conduce para criminales y atracadores. Cierta noche es traicionado, estafado y casi asesinado; entonces se transforma en un justiciero tan implacable, brillante y metódico como cuando conduce:
Drive oía la respiración de aquel hombre al otro lado del teléfono.
—¿Y tú quién eres? ¿Una especie de ejército entero, joder?
—Yo conduzco. Nada más. Nada más.
—Sí. Bueno, pues déjame decirte que a mí me parece que, a veces, te extralimitas en tus funciones, no sé si me entiendes.
—Somos profesionales. La gente hace tratos, y tiene que cumplirlos. Así es como funciona, si se quiere que funcione.
Ese es Drive. Ese es Sallis, que en esta novela se asienta en unas cuantas de sus obsesiones, de sus temas preferidos, con su estilo literario y su desbordante causticidad. Sallis es agrio y contundente, a veces dulce como un trío de piano, como el mismo jazz que da fondo a sus novelas. En “Drive” da rienda suelta a unos cuantos de sus temas preferidos: la soledad, el desamparo de la sociedad contemporánea, el alcoholismo, el sistema sanitario de EE UU, la emigración… de todo ello apenas nos damos cuenta pendiente como estamos de que Drive ejecute su milimétrica venganza con la perfección que se espera de un especialista que únicamente aspira a seguir siendo el mejor.

Ryan Gosling protagoniza la versión fílmica
Drive nació a una infancia criminal, con una madre que calla palizas y que un día mata a su marido mientras sirve la mesa ante la imagen estupefacta del hijo. Pero Drive crece rápido, lo observa todo y aprende deprisa: coches, armas, llaves de yudo… Escapa de sus padres de adopción en Tucson (Arizona) con 16 años, un Ford Galaxie y una frase muy bien ensayada –“se me dan bien los coches”— en busca de la tierra prometida: Los Ángeles. No habrá un especialista en conducción como él, que ha seguido asimilando las lecciones de los mejores. Pero las tentaciones y el aburrimiento son grandes: “¿Qué haces hoy, chico?” En el hampa también contratan a los mejores. Mientras, Drive, cobra y cierra los ojos: “Yo sólo conduzco”. Él también elige a los mejores. Hasta que le engañan. Entonces, demostrará que a tipos como él, precisos y perfeccionistas, mejor no tenerlos enfrente. O lo pagarás con tu muerte.
Sallis compone también una hábil disección de Hollywood, no sólo conduciéndonos por las películas en las que participa Drive –entre ellas, alguna de los hermanos Coen–, sino sobre todo a través de Manning, guionista y postrero narrador: “Yo iba a ser el próximo gran escritor americano. En mi mente, al menos, eso está claro. Publiqué cantidad de cuentos en revistas literarias. Entonces apareció mi primera novela y dio la razón a los retrógrados. El fracaso fue estrepitoso. La segunda ni siquiera gritó al precipitarse al abismo. ¿Y tú?”.
En cierto modo, Manning y Sallis quizás tienen mucho en común. Y un párrafo que encarna todo un credo: “Tal vez sea cierto que me desagrada sobremanera el estiércol del sistema político americano, las películas de Hollywood, las editoriales neoyorquinas, nuestros últimos seis presidentes, todas las películas rodadas en los últimos diez años excepto las de los hermanos Coen, los periódicos, las tertulias radiofónicas, los coches americanos, la industria musical, la publicidad de los medios de comunicación, las modas incesantes […], pero por muchas cosas en la vida siento un aprecio rayano en la devoción. Por esta botella de vino, sin ir más lejos. Por el clima de Los Ángeles. Por lo que estamos a punto de comer”.
 Y por la literatura, por supuesto. De Borges a Don Quijote… pero también Richard Stark, George Pelecanos, John Shannon, Gary Phillips, grandes del “hardboiled” actual norteamericano. Qué homenaje. Qué obra maestra.

James Sallis: Drive (RBA, Serie Negra), Barcelona, Noviembre de 2011, 156 páginas, 14 €

Trailer oficial de la película "Drive" en español.

Enlace con la web de James Sallis