miércoles, 16 de noviembre de 2011

Ernesto Mallo y su imprescindible comisario Lazcano

Foto: Juan Caballero
He aquí un siempre testimonio, escrito entre la premura de los días. Tan sólo quería dar testimonio de Ernesto Mallo (La Plata, Argentina, 1948), escritor que me ha hecho reencontrarme con la pasión de la novela negra. Dícese cuando descubres a un escritor y su protagonista y, finiquitada la primera novela, corres inmediatamente a por todas las demás disponibles del mismo dueto. En este caso, Mallo y su "Perro" Lazcano. Es lo que me ha sucedido gracias a la editorial Siruela, que ha acercado al territorio español a este peculiar novelista e interesante serie. Quede aquí este testimonio y la recomendación, sobre todo, de Crimen en el barrio del once (Siruela, 2011), sin duda obra maestra del género negro contemporáneo. 

De entre la plaga de novedades negras y criminales, y su cada vez más alarmante falta de calidad, es difícil dar con la aguja en el pajar. Curiosamente, La aguja en el pajar es el título argentino de esta primera novela de Ernesto Mallo, retitulada en España como Crimen en el barrio del once, del mismo modo que Delicuente argentino, la segunda novela, acaba de ser publicada, también por Siruela, como El policía descalzo de la Plaza de San Martín. Curiosamente, ambos títulos nos sirven para que el lector sepa que con Mallo no se equivoca. E insisto, si buena es la segunda entrega del "Perro" Lazcano, mejor aún es la primera. Y pronto habrá una tercera.


El personaje, el comisario Lazcano, y el propio Mallo exigen (o, más bien, merecen) una crítica amplia, coherente y meritoria, sin duda; del mismo modo que el periodo en el que transcurren: 1979 y 1981,respectivamente. Ahora las prisas me impiden entrar con profundidad en ello. Pero para que el lector, acaso, tenga un primer contacto con la maestría de Mallo me remitiré a sendos artículos sobre sus ediciones argentinas, publicadas en el suplemento cultural Página 12, con las que no puedo estar en desacuerdo. Ni mucho menos. La primera, "Momento shakespeareano", es una crítica-entrevista firmada por Andrés Berlanga, que define Una aguja en el pajar, es decir, el Crimen en el barrio del once, de la siguiente manera: 
Un gran policial que transcurre durante la dictadura y que logra hacer querible a un protagonista comisario. Una militante del ERP buscada por el Ejército que confía en él, se enamora, y es protegida hasta el final. Ernesto Mallo construye en La aguja en el pajar un relato realista y notable con profusión de incorrecciones políticas hasta aquí casi inconcebibles. A los 57 años este ex militante de las FAR, también perseguido durante la dictadura, consigue en su primera novela, a través de un lenguaje seco y directo, una efectiva plasticidad y contundencia para ambientar lo opresivo de esta ciudad en 1979, para delinear los perfiles y las motivaciones de sus personajes, para dosificar descripciones y toques de humor filosos, para armar diálogos que a la vez funcionan como un fresco del ideario de una sociedad, para generar suspenso y para construir una novela de género que, imperceptiblemente, se convierte en otra cosa. “El comisario Lascano es la aguja en el pajar, el diferente a todos los demás”, dice Mallo. “Uno. Uno solo. Yo creo que se me puede permitir pensar que hubo uno bueno.
La segunda cita, El policial escrito en argentino, es una prolija reseña de Guillermo Saccomanno, que arranca acertadamente: 
¿Qué quiere decir Alejandra Pizarnik cuando escribe: “Mañana/la carta desconocida/encontrará las manos del alma”? ¿Qué quiere decir Ernesto Mallo (1948), cabe preguntarse, cuando invoca a la poeta suicida en el acápite de Delincuente argentino? Boutade o provocación, lo que insinúa Mallo es que conviene desconfiar de las reglas fijas de un género. ¿Acaso la violencia de un poema no puede conectarse con la violencia de una narrativa y ambos, a su vez, conectarse con la violencia política? Delincuente argentino, más allá del hallazgo de su título seductor (que promete y cumple una radiografía del hampa institucionalizado) es algo más que una novela policial: una manera de narrar lo social que mucha novela local contemporánea (la psicológica, la social, la vanguardista) pareciera congelar en tics: se trate de una poética kitchosa, cumbiera o tecno/web. Delincuente argentino pertenece a un género que venía en desuso: el policial. Y en su rescate, Mallo lo cuestiona al preguntarse cómo narrar hoy lo social, una corrupción que los medios informan pero no narran. No es poco desafío escribir una policial despegando de la crónica en una época donde la ficción suele zozobrar ante la contundencia de lo testimonial.


En esta segunda novela, es decir, en El policía descalzo de la Plaza de San Martín, cobra coprotagonismo el "Topo" Miranda, un ladrón peculiarmente honesto, con el que el "Perro" parece que hará pareja en la tercera entrega... Sirva, entre tanto me hago esperar, el recurso a otros dos textos, para culminar tres aspectos siempre necesarios en cualquier contexto literario: el personaje, el autor y su proceso creativo o nacimiento de su comisario Lazcano. Van aquí, acerca de los dos primeros abuso de un texto de Amir Valle, Ernesto Mallo tras las marcas invisibles de la violencia, publicado en El Otro Lunes. De Lazcano, que para mí ya figura en el recuento de protagonistas imprescindibles de la mejor novela negra, dice:
Lo cierto es que Lascano es el personaje que necesitaba las tramas noveladas por Ernesto Mallo. Sus características psicológicas, su curiosa historia de vida, sus vacilaciones, y sus pérdidas del amor (que, no obstante, seguirá buscando incansablemente como una isla que sabe puede salvarlo de la mierda en que está hundido) le permiten recorrer los sucios laberintos, humanos y geográficos, en que debe investigar en busca de una verdad que, él lo sabe, no servirá de nada incluso aunque la encuentre.
Y de Mallo, directamente, lo catapulta hasta la cumbre de la novela negra y criminal, lo cual, ya ha quedado dicho, suscribo:
En el actual escenario de la literatura argentina destaca un nombre: Ernesto Mallo que, obra tras obra, se ha ido colocando a la cabecera de las letras de ese país, aún cuando, según he leído en algunos sitios, se le siga considerando simplemente un escritor de novela negra.
¿Pero dónde radica la "negritud" de las obras de Ernesto Mallo? ¿Bastan dos novelas para haber ingresado en la prestigiosa lista de nombres imprescindibles del género negro en lengua española?
La respuesta a la primera: en la autenticidad de su mirada literaria hacia la violencia que gravita sobre Argentina; y la respuesta a la segunda: sí, de modo rotundo. 
Poco más, un tercer apunte, sobre el autor, una crónica de Jota Palacios sobre su presencia en 2007 en la XX Semana Negra de Gijón titulada Ernesto Mallo: La literatura me salvó del suicidio. Aunque innecesario, desde el punto de vista de que la valoración de una obra literaria está por encima de las circunstancias en las que fue escrita, nunca está de más. En cualquier caso, es una coda, un añadido para entender mejor las razones del novelista y qué le condujo hasta el comisario Lazcano. En ella Mallo asegura: "Esta experiencia me ha demostrado claramente la utilidad de la literatura como absoluto y eficaz salvavidas, no solo para las personas, sino también para la cultura, la sociedad y los pueblos".

Primeras páginas de Crimen en el barrio del once, gracias a la editorial Siruela.

Primer capítulo de El policía descalzo de la Plaza de San Martín, gracias igualmente a Siruela.