viernes, 27 de enero de 2012

Más no me rindo ni desespero: Dios en la poesía española del siglo XXI (y II)

El Cristo en la Cruz, de Rouault


En Ábside de nuestros labios (Vida Nueva, nº 2.762) mostramos cómo la poesía religiosa crece –y se multiplica– entre los poetas contemporáneos españoles aunando calidad, fervor y tradición. Ahora, completamos aquella exégesis de de lecturas atentos especialmente a la presencia del poeta-sacerdote desde finales del siglo XX a nuestros días y a la selección de otros autores laicos que, de algún modo, los complementan, incluidos algunos místicos como el joven Enrique Barrero, quien proclama en uno de sus versos: “Mas no me rindo, Dios, ni desespero”, y que nos sirve para enmarcar esta segunda entrega, de nuevo, sin voluntad alguna de crítica ni ánimo antológico, sino de reseñar algunas publicaciones recientes.
“En los orígenes, poeta y sacerdote eran uno. Las épocas posteriores los separaron, pero el verdadero poeta ha permanecido siendo sacerdote, como el verdadero sacerdote ha permanecido siendo poeta. ¿El futuro no debería restaurar a su antiguo orden las cosas”, afirma Novalis en su Estudios sobre Fichte y otros escritos (Akal).
La concepción del poeta-sacerdote, inherente a la doctrina del romanticismo, ha dado muchas vueltas en la teoría y en el símbolo. No hay que reiterar lo ya dicho en el Pliego Ábside de nuestros labios. Dios en la poesía española del siglo XXI (I) –Vida Nueva, nº 2.762, 16-22 de julio de 2011– acerca de si es o no lo promulgado por Vicente Gaos, de acuerdo con Vicente Aleixandre, de que toda poesía es religiosa.
Ni siquiera abrir de nuevo debate alguno recordando los versos del jesuita y poeta Jorge Blajot (Barcelona, 1921-1992), muy sensible al misterio y a la paradoja de la fe, en su poema “Sacerdote-poeta”:
(…) Porque creas belleza inaprensible,
porque traes el perdón,sacerdote,
tú eres el poeta esencial.
Más sacerdote aún por ser poeta,
que a tu mirar se transparenta el cosmos.

En la anterior exégesis de lecturas y poetas quisimos dar cuenta de que, desde la Generación de los 50, no se ha dejado de escribir en España poesía religiosa, en contra de lo que se difunde, y que, como constatan poetas del grupo Númenor, por ejemplo, hoy se están escribiendo versos de altos vuelos, sorprendentes y vivificantes.
Poesía religiosa, por lo demás, en toda la amplitud que el término admite. Leopoldo de Luis abría en 1969 su antología Poesía Religiosa proclamando el inicio de la poesía contemporánea con Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, tres interpretaciones –afirmaba también– de Dios: “Son las tres grandes columnas del pórtico que da entrada a la poesía española del siglo XX. Unamuno, o la religión hecha poesía. Juan Ramón Jiménez, o la poesía hecha religión. Antonio Machado, o el Dios que se sueña”.
Detrás de ellos, y ahí es donde Leopoldo de Luis quería llegar, se ha de entender toda poesía religiosa que se escribe con posterioridad en España. No solo la de Rubén Darío, Manuel Machado, Ángel Ganivet o la Generación del 27, además de José María Pemán, Dámaso Alonso,Leopoldo Panero, Alfonso Canales o Carmen Conde, sino también los versos de sus 38 antologados, desde José María Valverde y su “concepción católica de la vida” a José García Nieto, Manuel Pinillos, Concha Zardoya, Blas de Otero, Vicente Gaos, Rafael Morales, Rafael Montesinos, José Hierro, Claudio Rodríguez, Manuel Alcántara, Paco Garfias, Antonio y Carlos Murciano, Manuel Mantero o José Luis Tejada. [...]

NOTA: EN LOS PRÓXIMOS DÍAS SE COLGARÁ EL PLIEGO COMPLETO EN FORMATO PDF



En el nº 2.785 de Vida Nueva. Pliego completo para suscriptores