martes, 29 de mayo de 2012

Ernesto Cardenal, el poeta de la teología de la liberación


El Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana rescata al sacerdote y revolucionario nicaragüense, perseguido por el gobierno de Daniel Ortega
Un hombre sencillo, un hombre de Dios. Nicaragüense, sacerdote, poeta y revolucionario. Ernesto Cardenal (Granada, Nicaragua, 1925) obtiene por fin el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana –un verdadero Nobel de la poesía hispano-portuguesa que alcanza su XXI dotado con 42.100 euros y concedido por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca– que le reconoce como una voz fundamental de la literatura. Por fin.
No sólo por el hecho tangencial de que acumulara ya algunos años de finalista –al menos desde que lo ganara en 2005 Juan Gelman–, sino porque el poeta nicaragüense arrastra una fama internacional desde principio de los años 80 que le hace uno de los poetas de mayor prestigio de cuántos aún siguen escribiendo en español. Lógico, podría parecer, para quien ha llevado tan lejos las fronteras posibles de la poesía, con ese “exteriorismo” al que ha dado nombre. Con su rebelión insaciable, las palabras, el lenguaje, no podían ser en sus versos más que revolución de la sintaxis, del ritmo, de la musicalidad, de las imágenes.
El propio Cardenal lo explica: “El exteriorismo no es un ismo ni una escuela literaria. Es una palabra creada en Nicaragua para designar el tipo de poesía que nosotros preferimos. El exteriorismo es la poesía creada con las imágenes del mundo exterior, el mundo que vemos y palpamos, y que es, por lo general, el mundo específico de la poesía. El exteriorismo es la poesía objetiva: narrativa y anecdótica, hecha con los elementos de la vida real y con cosas concretas, con nombres propios y detalles precisos y datos exactos y cifras y hechos y dichos. En fin, es la poesía impura”.
Es la poesía de vanguardia, en donde traza una continuidad con Whitman, Pound, T. S. Elliot, J. Joyce, Hilda Doolittle, Huidobro, Neruda, Paz o Vallejo...


Sin duda, junto al talento en el manejo del lenguaje y la experimentación de su poesía, Cardenal traspasó en esos mismos años 80 los límites de la literatura y de la religión como uno de los rostros del Frente Sandinista de Liberación Nacional en la revolución que acabó con la dictadura de Maximiliano Somoza. Precisamente, su eterna identificación de su boina negra y su barba cana con la lucha revolucionaria contra las dictaduras militares, con el pensamiento marxista, contra la injerencia norteamericana y a favor de la construcción de una sociedad más solidaria y justa ha ocultado el peso verdadero, hondísimo y renovador, de su poesía.
Testimonio contra la injusticia
Sin embargo, ahora que es un perseguido por el Gobierno de Daniel Ortega, víctima de acoso y destrucción, con sus cuentas intervenidas y su prestigio enfangado, por atreverse a decir lo que nadie quiere oír –“en Nicaragua tenemos una dictadura”– es la poesía quién viene a salvarle, a devolverle la voz. Ya era hora, a él que ha hecho, sigue haciendo, de la poesía, con sus epigramas, cantigas, salmos, oráculos, plegarias, himnos, un modo de dar testimonio contra la Injusticia, la desigualdad, la miseria, el dolor, pero, ante todo, de testificar “el poder salvífico de Dios y la manifestación de su amor”. Por eso, desde Nicaragua, recluido y arrinconado, afirma: “Estoy feliz. No me esperaba ya un premio así. Ha sido toda una sorpresa. Es una muestra de generosidad, de reconocimiento, pero yo no lo merecía”. 
Sí, lo merecía. La poesía de Cardenal, su verso en busca de esa utopía simbolizada en la Resurrección y el Reino de Dios –en el lenguaje de la Teología de la Liberación, como él afirma en su poesía habita la esperanza del “mundo mejor que todos esperamos”–, está, como la del reciente Premio Cervantes, el chileno Nicanor Parra, en la cumbre de la literatura iberoamericana. […].
En el nº 2.800 de Vida NuevaErnesto Cardenal, el poeta de la teología de la liberación, íntegro solo para suscriptores