lunes, 14 de mayo de 2012

La "internacionalización" del arte de mirar a Dios

Lluis Borrassà, detalle de la tabla del Retablo de San Pedro de la colección Armengol Junyent

En vez de recurrir a los grandes ciclos de exposiciones en templos y monasterios, es el Museu Nacional de d’Art de Catalunya (MNAC) el espacio que contiene el objetivo de difundir el valioso patrimonio artístico religioso catalán más allá del ambicioso programa de turismo cultural que es “Catalonia sacra”. Lo hace con el maravilloso Románico, pilar de su colección permanente, y ahora invita a posar la mirada hacia Cataluña 1400. El Gótico internacional.
Es la primera gran exposición dedicada a una etapa fundamental del arte gótico catalán y la iconografía católica que tiene como objetivo más inmediato “romper la paradoja de que nombres ampliamente reconocidos por los especialistas extranjeros –como Lluis Borrassà, Rafael Destorrents, Pere Joan y Bernat Martorell– sean todavía unos auténticos desconocidos para los catalanes”.
La muestra exhibe 60 obras maestras de uno de los ciclos más creativos de la historia del arte en la Corona de Aragón, entre finales del siglo XIV a mediados del XV, con piezas tan valiosas como las cuatro tablas obre madera de roble del llamado Retablo de Sant Jordi –juicio, flagelación, suplicio y decapitación– que Martorell, el artista más importante del “Gótico catalán”, pintó entre 1434 y 1437. Han sido cedidas por el Museo del Louvre.
Y se exhiben junto al frontal del altar, con su magnífico bordado en alto relieve ejecutado por Antoni Sadurní a partir de un modelo pintado por Martorell, también destinado a la capilla del hoy Palacio de la Generalitat. El propio Martorell concibió el llamado Terno de Sant Jordi, es decir, el conjunto de indumentaria litúrgica formado por una capa, una casulla y dos dalmáticas que también se exhibe en la muestra.


Lámina del Juicio Final en el Misal de
Santa Eulalia de la Catedral de Barcelona
La fama de Martorell es bien merecida. Su pintura se caracteriza por una gran precisión técnica, con un dibujo firme y una pincelada minuciosa. Sus obras están repletas de personajes expresivos, ataviados con sombreros estrafalarios, ropas de pieles y ricos brocados. También sobresale en el uso del color, y el Retablo de Sant Jordi es un buen ejemplo de ello; nunca se había visto en la pintura catalana una gama cromática tan amplia y bien contrastada, con sorprendentes tonos ácidos y combinaciones tornasoladas”, explica Rafael Cornudella, jefe del Área de arte gótico del MNAC, comisario de la exposición con la colaboración de Guadaira Macías y Cèsar Favà.
En el bautizado como “período internacional” del Gótico mucho de lo que es válido para Cataluña también lo es para los restantes territorios de la Corona de Aragón, especialmente Valencia. Ese nuevo código estético nació básicamente de la eclosión de un modelo de síntesis entre los dos grandes polos del arte a finales del siglo XIV: por un lado París, el Norte de Francia y los Países Bajos; de otro, la Toscana, el centro de Italia y el Mediterráneo. Y rápidamente se expandió por Europa, desde Alemania a España.
Cataluña se incorporó decididamente al circuito del internacionalismo, y muy pronto reinterpretó con originalidad una corriente estilística marcada por los contrastes y que combinaba, en un peculiar equilibrio, la filigrana y la observación de la naturaleza, la elegancia y la expresión, el lujo material y la habilidad del artista. El fruto de estas experiencias constituye uno de los momentos más plurales e intensos del arte catalán”, apunta Cornudella. [...]
En el nº 2.796 de Vida NuevaLa "internacionalización" del arte de mirar a Dios, íntegro para suscriptores.