jueves, 5 de julio de 2018

EN EL 205º ANIVERSARIO DE ANTONIO GARCÍA GUTIÉRREZ

Grabado de Antonio García Gutiérrez. Foto: Museo de Chiclana.

Hoy es el 205 aniversario del nacimiento de Antonio García Gutiérrez, nuestro gran poeta romántico. En su homenaje reproduzco el poema que escribí y publiqué en el libro colectivo "Casas inolvidables de Chiclana" (Navarro Editorial, 2016).

Puesto a escribir de García Gutiérrez –y de su casa natal en la calle Corredera Alta, 27– me imaginé al poeta recordando ya anciano aquel hogar familiar de Chiclana. Y él, estoy seguro, no lo habría hecho de otro modo que en verso. Así que escribí esos recuerdos en una carta en octavillas...

La idea vino, realmente, de otra "carta en octavillas" que escribió García Gutiérrez. El original ha desaparecido, pero nos quedó la publicación que el diario "Abc" hizo en el año 1900. Esta carta-poema de García Gutiérrez, fechada el 30 de abril de 1870, estaba dirigida a su nieto, Antonio Navarro García, hijo mayor de su hija Magdalena.

Al niño, que cumplía ese día cuatro meses, no lo había podido todavía conocer su abuelo, que por aquel tiempo residía lejos de Madrid, concretamente en Génova, en donde ejercía de cónsul de España después de que el Gobierno del general Prim aceptarse su petición de traslado desde Bayona.

Así que imaginé a García Gutiérrez en su despacho consular escribiéndole a su nieto, pero en vez de la carta-poema que publicó "Abc", otra fechada algunos meses después, cuando el niño cumple su primer año, en el que rememoraba su casa infantil en la Corredera Baja, que cuando Antonio García Gutiérrez era niño aún se llamaba del Hospital. La casa en la que vivió, junto a sus padres y nueve hermanos, hasta que en 1821, o quizás en 1820, se marcharon a Cádiz.

El poema, el imaginado por mí, lleva por título "Adorado Antonio mío", el primero de los versos... Y comienza, no hablando del aniversario de su nacimiento –como hoy celebramos–, sino del de su muerte, el 26 de agosto de 1884 en la madrileña calle Fuencarral.

Al poema, este homenaje de ficción lírica, que es a lo que iba:
ADORADO ANTONIO MÍO
Con motivo del 203º aniversario del nacimiento del insigne literato D. Antonio García Gutiérrez, ocurrido el 5 de julio de 1813 en su humilde casa de la calle del Niño Jesús, número 13, en la villa de Chiclana, en el obispado de Cádiz, juzgamos curiosa la publicación de la adjunta carta inédita, precioso documento literario (1): 
Al Srto. D. Antonio Navarro y García 
Génova, a 2 de enero de 1871 
Adorado Antonio mío: 
de nuevo un beso te envío 
y otros cientos y cien mil. 
Ese millón que tu abuelo 
te manda: que no me apoco 
ni sé reñir por tan poco, 
ni la miseria de un cero, 
ya te lo dije, me aflige. 
Quiero saber cómo sigues 
y qué sueños te persiguen, 
ahora cuando un año cumples 
y de ti sigo aún lejos. 
Con esta carta mi gozo 
lo siento con alborozo: 
verte, carita de cielo, 
no puedo, mas te escribo, 
ya sea en prosa o en verso, 
ya sea al recto o al transverso, 
que es como si entre mis brazos 
pudiera ufano prenderte. 
De cuando yo era un niño 
como tú, dulce Antoñito, 
quiero poder ofrecerte 
algún recuerdo y que sirva 
para aliviarme la pena 
de ser tu abuelo y apenas 
conozcas de mí lo poco, 
que ella, tu madre, te cuenta. 
Y no es que no quiera darte 
noticia de mí, ni mi arte: 
ella padeció la afrenta 
de un padre siempre ausente. 
No he de repetir errores 
ni competir en amores 
con Doña Lena, tu madre. 
Solo es que viejo me siento, 
y es por eso que hoy quiera 
todo lo que fui y lo que era, 
sin poco arrepentimiento, 
poder contártelo a ti. 
Aunque empezar con la gloria 
no debo, nadie esta historia 
mejor que yo la conoce. 
Como hice al buen Jimeno 
decir en mi Trovador. 
Y no ha habido narrador 
que escribiera nada bueno 
de mí sin mi testimonio. 
Ni el gran Larra escribiera, 
ni Ochoa ni Ferrer siquiera, 
nada sin que le dejara 
apuntes de mi mano. 
Te lo digo por si los lees, 
que no te impidas, si los crees, 
saber que mucho es vano 
y poco, entre tanto, cierto. 
Muchos hechos atesoro 
y, aunque no todo es oro, 
vence lo bueno a lo malo, 
como la flor a la yesca. 
Y es mi infancia un recuerdo 
que es feliz como el que, espero, 
tengas Antonio cuando crezcas, 
aunque te olvides de mí. 
Ya sabes por Doña Lena, 
no por mis pocas verbenas, 
que nací en Andalucía, 
¡suelo de gloria y de paz! 
Y que el poeta de Chiclana 
aún la prensa me llama, 
y que brilla como un haz 
mi origen y mi fama. 
Aún está en mi memoria 
aquella calle notoria 
en la que vine a la vida, 
que del Hospital le dicen 
y Niño Jesús se llama. 
Pero la gente en mi casa 
no es de la que bendicen: 
con Corredera le basta. 
De la familia Piña era 
por los años que tuviera; 
que no supe, pero en muchos, 
fue poca cosa y modesta. 
Y aún mi madre decía 
que fue una zapatería 
que su padre tenía en esta 
vida y en la otra porque no 
lo conocí y todavía 
por esa remendería (2) 
había quien preguntaba 
como si viniera enviado 
por el mismísimo diablo. 
Pero mucho es lo que hablo, 
que para ti es temprano 
para espantajos, fantasmas 
y todos esos relatos 
que a mí me gustan tanto. 
Déjame solo decirte: 
don Juan José se llamaba 
mi abuelo el alpargatero 
y que era tan chiclanero 
que aquella Villa lo amaba 
con locura y denuedo. 
Gutiérrez de apellido era 
y no extrañó que fuera 
a casarse en buena lid 
con familia tan hacendada, 
con tan heredad de viñas 
que por siglos fueron Piña, 
y uva de la que abundaba 
un mosto que bien vendían. 
A mi abuela, doña Pepa 
Piña, no le tenía esa 
misma consideración 
por su porte y su figura 
de orgullo y altividad. 
Y es su misma autoridad 
la que tu madre se agrura 
cuando la tormenta estalla. 
La recuerdo en esa casa 
tan limpia como la plata, 
de un solo piso y con blanca 
fachada y muros de cal. 
Y mi madre, Catalina, 
siempre atenta en una esquina 
de aquel patio, entre el rosal 
y las cinerarias lilas, 
a sus diez hijos, pequeño 
ejército de insurrectos 
en guerra con el francés 
que con su yugo ominoso 
había invadido y desolado 
aquella villa, arrasado 
las viñas, las huertas, todo, 
cuando vine a dar a luz. 
Yo no tuve pompa alguna 
tampoco dorada cuna 
en la que mecer mi infancia, 
más bien la mísera suerte 
de nacer en el funesto 
tiempo en el que depuesto 
el combate solo a verte 
viene generoso el hambre. 
Y llegado a la vejez 
puedo creer que, tal vez, 
la desgracia y la pobreza 
me dio un corazón fuerte. 
Quizás aquella lección 
que aprendí sin elección: 
no desear ni a la suerte 
es del hombre gran riqueza. 
Mi querido y buen Antonio, 
que me lleve el demonio, 
que solo quería decirte 
cuánto es lo que te adoro 
y aún pronto es para darte 
lección en ninguna parte, 
solo que no hay desdoro 
en nacer humilde y pobre. 
Ya aprenderás lo que quiero: 
nadie es más caballero 
por la cuna en que nació 
ni la ropa que lo viste. 
Y que si no es el talento, 
al menos así lo siento, 
la vida todo consiste 
en la laboriosidad 
y la constancia. Y si 
honrado en mi casa nací, 
bajará mi honor sin mancha 
a la tumba de mis padres (3). 
Pienso en ti, también en ellos: 
¡si quién soy lo fui por ellos! 
Cuida, mi cielo, a tu madre, 
y al bueno de don Fernando, 
tu padre, que llegará 
el día en el que hará 
por ti lo que no querrías 
y te parecerá todo 
un gran desvarío aquello 
que te pida, más aquello 
que te prohíba. Ante todo 
lo digo porque el mío, 
Don Antonio –como tú y yo–, 
a prohibirme llegó 
los versos y aquellos dramas 
que eran mi vida y mi sueño, 
que cuando nací en aquella 
casa de los Piña ya era 
poeta. Así lo sentía 
–y lo vivía– a mis pocos 
años y mis muchos duelos. 
No conocí a mis abuelos, 
que Margarita Ramírez 
y Juan García ambos eran. 
Mas de Conil naturales, 
los dos en sagrado yacen 
en Chiclana, y aún esperan 
en ese santo aposento 
al mismo Dios, muy cerca 
a la calle de los Vega, 
donde tenían su casa 
y mi padre su taller. 
De profesión ebanistero, 
hoy sí que le agradezco 
aquel suyo proceder 
de verme un cirujano 
y apartarme de las letras. 
Mas había en esa treta 
el deseo al porvenir 
y el puro amor paterno. 
No lo entendí entonces, 
mas ahora que soy de bronce, 
ya abuelo y tenaz enfermo, 
comprendo aquella negación. 
Nací poeta en aquella casa 
pobre y humilde de Chiclana. 
Poeta he sido y seré; 
en caso alguno reniego 
aunque prosiga el genio 
del escritor sin más premio 
en este país que el ego 
y la gloria, como Larra 
escribió aquella noche 
como generoso broche 
al inesperado estreno 
de mi primer Trovador. 
Mas aquí hoy me encuentro, 
y te escribo aquí dentro 
de un despacho acogedor, 
como el mismísimo cónsul 
de España en la noble Génova. 
También lo fui de Bayona. 
Porque la literatura 
quita el hambre con los cargos 
que da. Don Antonio, mi padre, 
y Catalina, mi madre, 
allá en su sepultura 
en dicha, espero, descansen. 
Y me he de acordar antes 
de aquel profesor Galante 
que a leer no llegaría 
de mí vino en afirmar. 
Soy humilde y apocado, 
y así he confesado 
que aún me he de sentir, 
pero leer, sí leía, vaya. 
Ni asiduo era a las comedias, 
ni aquellas otras tragedias 
de Meléndez y Cienfuegos, 
de Moratín y Quintana, 
que, una a una, llegué más tarde 
a recitarlas. Fue su arte 
el que en mí prendió esa llama 
del teatro y el poema. 
Ya lo sabrás: mas los versos 
nacen un día de aquellos 
en que aparece ante ti, 
el fulgor y la belleza, 
y en los que el corazón 
es más bien un gran cañón 
que en paz nunca más te deja 
si a ella amor no le proclamas. 
No temas nada mi niño, 
mi cielo, mi dulce Antoñito, 
que muchos años te faltan 
para que en ti se marchite 
la pureza en que aún vives 
inmaculada y sublime. 
Y a tu lado mi deleite 
y mi dicha espera estar. 
Mas todo esto, por Dios vivo (4), 
hasta el momento oportuno 
tenlo callado: ninguno 
ha de saber que te escribo. 
Hago punto, y la ocasión 
aprovecho, como debo, 
para ofrecerte de nuevo 
mi alta consideración. 

A. GARCÍA GUTIÉRREZ

NOTAS: 
1. Carta atribuida a Antonio García Gutiérrez y publicada en la revista Blanco y Negro (Madrid). 1 de agosto de 1916. Pág. 15. 
2. No es castellano, pero valdría. 
3. No es castellano, pero valdría. 
4. Del mismo modo, acostumbra a despedirse en carta anteriores, como la publicada en la revista Blanco y Negro (Madrid), pág. 15, el 18 de agosto de 1900. Verdadera inspiración de esta que ahora se publica. Sirva la aclaración de que la actual casa existente en la c/ Corredera, 27 no corresponde ni en su planta ni en su distribución a la que debió existir el 5 de julio de 1813, cuando nació Antonio María de los Dolores García Gutiérrez, inmortal autor de El Trovador y Simón Bocanegra.  
Feliz aniversario Poeta.