jueves, 27 de septiembre de 2012

El ‘Ecce Homo’ de Borja: ¿síntoma o anécdota?



¿La inversión pública en la conservación del Patrimonio Cultural de la Iglesia garantiza su mantenimiento? “No hay la inversión que hubo en otras épocas de abundancia, pero no nos podemos quejar”, afirma Manuel Íñiquez desde la Conferencia Episcopal 

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ

La burla y el escarnio de la presunta restauración del mural del Ecce Homo de la iglesia del Santuario de la Misericordia de Borja (Zaragoza) ha creado todo un fenómeno mediático que suscita, al menos, varias reflexiones en tono a la conservación del inmenso patrimonio artístico de la Iglesia en tiempos de crisis. “Pienso que se han sacado las cosas de quicio. Dicho esto, esa no es la forma habitual en la que se tratan las obras de arte en la Iglesia”, aclara de inmediato Manuel Íñiguez Ruiz-Clavijo, director del secretariado de Patrimonio Cultural de la Conferencia Episcopal.

A la Conferencia Episcopal no le consta, como afirman Encarnación Ripollés y Mercedes Núñez, restauradoras de la empresa Albarium, que el repintado amateur en ermitas e iglesias rurales sea una práctica “muy habitual” en España. Albarium es la empresa elegida por la Fundación Sancti Spiritus (Ayuntamiento de Borja), responsable del Santuario, para realizar el estudio previo para la recuperación del Ecce Homo, obra muy menor pintada “en dos horas de trabajo” a principios de siglo XX por el profesor de la Escuela de Bellas Artes de Zaragoza Elías García Martínez (Requena, 1858-Utiel, 1934).


Íñiguez contesta, de hecho, que “de ese asunto desagradable de Borja me ha dolido que la gente desubique el tema de la restauración del patrimonio artístico… Y no se trata ahora de hablar de esa señora que no se ha encomendado a nadie, sino de insistir que en España tenemos magníficos profesionales de la restauración, como los que forman el Instituto del Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura o las escuelas y talleres que dependen de las diócesis actúan con rigor científico. Todas las delegaciones de Patrimonio tiene el suficiente cuidado de a quién se entregan sus obras. Y no lo hacen a cualquiera”. 

Para disfrute de todos

La cuestión de fondo va más allá de la “obra” de Doña Cecilia. ¿Podría tomarse la “restauración” de Borja como un síntoma del estado de la restauración y conservación del Patrimonio Cultural de la Iglesia, afectada sin duda también por la crisis económica? Francisco García Martínez, director del Máster en Patrimonio Cultural de la Iglesia (Universidad Pontificia de Salamanca), y Manuel Íñiguez lo niegan tajantemente: “Creo que en estos momentos lo sucedido en Borja es solo una anécdota particular –dice García Martínez–. La mejora en el cuidado del patrimonio, en su valoración, en su respeto ha crecido de tal manera que ahora quizá el problema sea muchas veces el contrario, que la exaltación de la dimensión artística oculte el rostro icónico de la figura religiosa que tiene por finalidad que el hombre puede cruzar la mirada de fe con Dios. Igual se podría decir de los espacios arquitectónicos o los ritos paralitúrgicos de lo que se llama el patrimonio inmaterial”. 

Desde la Conferencia Episcopal, Íñiguez aclara que “indudablemente los recortes se están dejando notar. Pero lo que sí digo es que toda aquella obra que por la razón que fuese necesita de una intervención urgente se interviene. No hay la inversión que hubo en otras épocas de abundancia, como fue el Plan Nacional de Catedrales que se llevó a cabo en la época de José María Aznar, pero no nos podemos quejar”. 

Cecilia Jiménez, la pintora que dejó inacabada la restauración
Eso sí, Íñiguez añade que “es evidente que tenemos un inmenso patrimonio e intentamos darle toda la atención. Aunque su estado es, en general, bueno; puedo decir que los delegados de Patrimonio y las diócesis están haciendo un gran esfuerzo y están muy pendientes. Hace falta mucho, mucho dinero. Pero intentamos administrar bien los pocos recursos que ahora tenemos.

Según el director del Secretariado de Patrimonio Cultural, “es imposible valorar cuánto dinero se necesita anualmente para la conservación y restauración del patrimonio cultural de la Iglesia…”. Ni tan siquiera conocer, exactamente, cuánto se está invirtiendo porque responden a programas financiados con recursos propios de la Iglesia, de benefactores o de distintas administraciones. Lo que es evidente es que la Iglesia necesita la ayuda de las Administraciones públicas para la custodia y conservación de su ingente patrimonio artístico, para disfrute de los fieles y “de toda la sociedad”, como apunta Íñiguez.

¿Es imprescindible la financiación pública? García Martínez, desde la Universidad Pontificia de Salamanca, contesta: “Está claro que no podemos mantener todo nuestro patrimonio Cultural con los solos medios eclesiales y esto va a tener consecuencias que quizá no sepamos medir aún. En cualquier caso, creo que sería prioritario que los procesos de relación Iglesia-Organismos públicos aparezca con suficiente claridad la pluridimensionalidad de lo que unos llaman obras de arte y otros obras de la fe que se expresan artísticamente”. [...]

En el nº 2.816 de Vida NuevaEl ‘Ecce Homo’ de Borja: ¿síntoma o anécdota?, íntegro solo para suscriptores

martes, 18 de septiembre de 2012

La novela de la semana | Flavia Company: Que nadie te salve de la vida


JUAN CARLOS RODRÍGUEZ

Las novelas de Flavia Company (Buenos Aires, 1967) –una de las más notables y sólidas narradoras contemporáneas, afincada en Cataluña desde los siete años y que alterna el catalán y el castellano en su ya amplia trayectoria– suelen colocar a sus protagonistas en una encrucijada en cuya resolución queda reflejada su armadura moral.

En Que nadie te salve la vida, lleva este mecanismo narrativo a su extremo. Enzo, a quién le han diagnosticado una enfermedad mortal y tan solo le queda cuatro meses por vivir, se verá abocado a tomar una decisión inaudita: Víctor, quien le salvó la vida décadas atrás, le pide que, moribundo como está, salde su deuda pendiente con él y también le salve la vida.

Pero ¿en qué consiste salvarle la vida a Víctor? En matar a alguien que puede arruinársela… He aquí una pródiga novela sobre el pecado, la culpa, el perdón, los deberes, las deudas, la mentira, las decisiones morales. Y sobre el remordimiento. ¿La inminencia de la muerte nos libera de todo? Es lo que escribe Enzo en la carta que ha dejado para que se entregue, veinte años después de su muerte, a una hija que no ha conocido y que tendrá que responder ante la iniquidad cometida.



Flavia Company: Que nadie te salve de la vida (Lumen), Barcelona, septiembre de 2012, 192 páginas. En papel: 18,90 € (Tapa blanda). Ebook: 12,99 € (Epub)

En el nº 2.814 de Vida Nueva.

Entrevista | María Dueñas: “Las misiones en California son parte de nuestra historia"


La autora de El tiempo entre costuras publica Misión olvido, su segunda novela, construyendo un homenaje a “la fe férrea y la lealtad enorme” de los misioneros franciscanos en Estados Unidos a principios del siglo XIX 


JUAN CARLOS RODRÍGUEZ 
A María Dueñas (Puertollano, Ciudad Real, 1954), doctora en Filología Inglesa y profesora titular en la Universidad de Murcia –ahora en excedencia–, el éxito de su primera novela, El tiempo entre costuras, le ha cambiado la vida. La segunda, y muy esperada, se la ha dedicado los franciscanos españoles que “cristianizaron” la Alta California, y que fundaron su última misión, la de San Francisco Solano, en Sonoma, en 1823. Es Misión olvido (Temas de Hoy): “El título, y la novela, juega con un doble significado: es un homenaje a aquellos misioneros franciscanos, pero también hace hincapié en el concepto de misión, de tener una misión en nuestras vidas y desarrollarla”.

Dueñas describe, por ejemplo, San Francisco Solano con la voluntad, según admite, de “devolver” al lector una historia que no debe olvidar: “En una esquina. Simple, blanca, austera. Con un porche sostenido por vigas de madera vieja recorriendo toda su longitud. San Francisco Solano, conocida popularmente como la misión Sonoma. El final de la cadena instaurada por los franciscanos españoles en su epopeya misionera; el último exponente del mítico Camino Real, esa ruta abierta por la que transitaron los frailes a lomos de mulas y a golpe de recias sandalias de cuero. Escoltada en la fachada, como sus hermanas, por una campana de hierro fundido colgada de travesaños, el símbolo que recorría California de sur a norte anunciando milla a milla que por allí se asentaron aquellos hombres austeros en un pasado no tan lejano”. 


–Permítame que le diga que sorprende y mucho su “Misión Olvido”. Por muchas razones. La primera, que rescate la memoria y la obra de los franciscanos en El Camino Real en California… ¿Cómo llego usted a ellos y por qué dedicarle, en gran parte, este libro…? 

–Durante un viaje al norte de California hace unos cuantos años tuve oportunidad de visitar la Misión de San Francisco Solano, en el pueblo de Sonoma. Supe así que se trataba de la última misión del legendario Camino Real fundado por los franciscanos españoles. Me pareció una historia preciosa y me pregunté por qué nadie había incluido esto como componente literario en una novela. Tiempo después, decidí hacerlo yo.


–Sobre todo, se centra en los que llegaron a principios del siglo XIX, como el “insumiso” José de Altimira, fundador de Sonoma… ¿qué encontró en aquellos misioneros? 

–Tesón, esfuerzo, una fe férrea y una lealtad enorme hacia su patria y su rey. La epopeya misional en California constituye un trozo memorable de nuestra historia en tierra americana. 

–Intuye en la novela que la misión de San Francisco Solano, no fue la última. Y habla de esa utópica “Nuestra Señora del olvido” con la que juega el título. Más allá de ello, lo evidente son las huellas reconocibles de la fe de aquellos franciscanos aún hoy… ¿no? 

–Las veintiuna misiones que constituyen el Camino Real sufrieron el abandono y la desolación durante décadas, una vez que fueron secularizadas hacia mediados del siglo XIX. Iniciado ya el siglo XX fueron rescatadas del olvido, reconstruidas, y devueltas muchas de ellas a su plena actividad. Hoy todas pueden visitarse como recuerdo hermoso de una inolvidable época. 

–¿Qué ha supuesto para usted personalmente escribir esta “Misión Olvido” de utopía franciscana? 

–Creo que estas misiones son muy poco conocidas es España a pesar de la gran implicación histórica que nos vincula a ellas. Por eso he tenido un gran interés en recuperarlas integrándolas en mi novela como un elemento que me ha cautivado y espero que seduzca a los lectores también. [...]

En el nº 2.815 de Vida NuevaEntrevista a María Dueñas, íntegra solo para suscriptores 


Lo sagrado, el Barroco y la crisis contemporánea


El éxito inesperado de Cuerpos del dolor, la imagen de lo sagrado en la escultura española en Lisboa y Sevilla pone de manifiesto la vigencia “para comunicar un sentimiento de extraordinario calado”. 

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ 

El inusitado interés del Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa por exponer los tesoros de la imaginería barroca española hizo que María Bolaños, directora del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, se planteará crear una exposición itinerante, con una treintena de las obras maestras de la colección permanente, que se expusiera en Lisboa y, posteriormente, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

La muestra, titulada Cuerpos del dolor. La imagen de lo sagrado en la escultura española (1500-1750), ha permanecido en Sevilla casi cinco meses –aún puede verse hasta el 16 de septiembre– ratificando el enorme impacto que lo sagrado, la imaginería barroca, sigue teniendo.

“Sevilla podemos decir que es un público especial si hablamos de imaginería –explica Ignacio Cano, conservador del Museo de Bellas Artes de Sevilla–. El sevillano está acostumbrado, como en Valladolid, a verla en la calle en Semana Santa. Eso significa también que, por ello, tiene una predisposición a apreciar su verdadero valor. Hemos notado con esta exposición un interés especial, ha sido un acontecimiento. Que, además, ha dado la posibilidad de comparar la escultura barroca castellana con otra más cerca del gótico, como es la escuela andaluza. Nosotros tenemos, además, una pequeña pero selecta colección, con piezas de Martínez Montañés y Juan de Mesa, que ha ganado en visibilidad. Como digo yo, la comparación siempre educa”.



El éxito en Lisboa –en donde, explica María Bolaños, “ha tenido una acogida inesperada”, con más de 40.000 visitantes– y en Sevilla, así como el protagonismo cada vez más evidente del Museo Nacional de Escultura, con sede en Valladolid, plantea si lo sagrado, más allá del poder redentor del arte sacro, provoca mayor interés aún “en este tiempo tormentoso en que tantas incertidumbres oscurecen el cielo europeo”, como lo describe la propia María Bolaños.

La directora del Museo Nacional de Escultura constata que la imaginería sacra del siglo XVI a XVIII “aún es capaz de conmover al espectador contemporáneo”. Eso es innegable. Basta mirar, por ejemplo, a la Cabeza de San Juan Bautista (aprox. 1750), de Torcuarto Ruiz del Peral, una de las 33 obras maestras expuestas en Sevilla. 

Renovado interés

Ignacio Cano marca como el renacimiento del interés de la imaginería renacentista, gótica y barroca: “Podemos decir que todo comienza con la gran exposición de Londres Lo sagrado hecho real, que también se pudo ver en Washington y Valladolid. Fue la que originó este nuevo interés por la imaginería sagrada. Sobre todo, el interés por la escultura barroca policromada es muy palpable ahora en los especialistas y medios en el extranjero, desde Estados Unidos a Europa, ante el gran impacto que tuvo, sobre todo, la muestra de Londres. Los museos extranjeros están adquiriendo obras y se puede hablar de que se ha introducido en el comercio internacional de arte. No es que haya mucha obra disponible, pero la hay”.



Aquella muestra de Londres, celebrada en 2009, logró por fin contextualizar el imaginario católico español y su poder persuasivo en el escenario europeo, además de inspirar en el visitante notable dosis de sorpresa y de reflexión. Coincidió, también, con el despertar de la crisis y transformó el modo de observar el arte barroco, la escultura en madera policromada al servicio del mensaje evangélico de la Iglesia en general durante los siglos XVII y XVIII.

Y lo hizo en los públicos, los especialistas internacionales y el mercado de subastas. “Hay que tener en cuenta que el coleccionismo de escultura española de los siglos XIII al XVIII ha tenido casi siempre un carácter menor o marginal frente al de pinturas; quizás sus formatos y sus temáticas primordialmente religiosas han sido dos de los elementos que han provocado el desinterés de los coleccionistas, a lo que se une que las grandes obras de esta especialidad siguen en manos de las instituciones religiosas para las que se crearon”, afirma Miguel Ángel Marcos, uno de los tres comisarios de la exposición sevillana y conservador del Museo Nacional de Escultura de Valladolid. [...]

En el nº 2.813 de Vida NuevaLo sagrado, el Barroco y la crisis contemporánea, íntegro solo para suscriptores

La novela de la semana | Jordi Soler: La guerra perdida


JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
He de admitir que hasta la lectura reciente de Diles que son cadáveres (Mondadori), la última novela del barcelonés Jordi Soler (Veracruz, 1962), no había entrado en el maravilloso mundo literario de este autor tan poco convencional. En aquella novela, publicada el año pasado, Soler recrea un delirante periplo en el que el poeta maldito por excelencia, Antonin Artaud, recorre Irlanda para devolver el bastón de San Patricio. Nunca es tarde.

Pero he aquí que Mondadori recupera en un único volumen –La guerra perdida– tres novelas anteriores en torno a la Guerra Civil: Los rojos de ultramar, La última hora del último día y La fiesta del oso. En ellas, publicada originalmente entre 2005 y 2009, he descubierto a un Soler aún más brillante, sorprendentemente capaz de crear escenografías que rondan la pesadilla y, a la vez, de hilvanar un mundo mágico asombroso. 

Sin renunciar a ese singular sentido del humor que en Diles que son cadáveres ha proyectado especialmente. Indudablemente esta trilogía, inspirada en las memorias de su abuelo Arcadi, encierra una alta narrativa, hipnótica y, sí, aún hablando de la Guerra Civil, original.


Jordi Soler: La guerra perdida, Mondadori, junio de 2012, 544 páginas. En papel: 21, 90 € (Tapa dura). Ebook: --

En el nº 2.812 de Vida Nueva.