JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
La burla y el escarnio de la presunta restauración del mural del Ecce Homo de la iglesia del Santuario de la Misericordia de Borja (Zaragoza) ha creado todo un fenómeno mediático que suscita, al menos, varias reflexiones en tono a la conservación del inmenso patrimonio artístico de la Iglesia en tiempos de crisis. “Pienso que se han sacado las cosas de quicio. Dicho esto, esa no es la forma habitual en la que se tratan las obras de arte en la Iglesia”, aclara de inmediato Manuel Íñiguez Ruiz-Clavijo, director del secretariado de Patrimonio Cultural de la Conferencia Episcopal.
A la Conferencia Episcopal no le consta, como afirman Encarnación Ripollés y Mercedes Núñez, restauradoras de la empresa Albarium, que el repintado amateur en ermitas e iglesias rurales sea una práctica “muy habitual” en España. Albarium es la empresa elegida por la Fundación Sancti Spiritus (Ayuntamiento de Borja), responsable del Santuario, para realizar el estudio previo para la recuperación del Ecce Homo, obra muy menor pintada “en dos horas de trabajo” a principios de siglo XX por el profesor de la Escuela de Bellas Artes de Zaragoza Elías García Martínez (Requena, 1858-Utiel, 1934).
Íñiguez contesta, de hecho, que “de ese asunto desagradable de Borja me ha dolido que la gente desubique el tema de la restauración del patrimonio artístico… Y no se trata ahora de hablar de esa señora que no se ha encomendado a nadie, sino de insistir que en España tenemos magníficos profesionales de la restauración, como los que forman el Instituto del Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura o las escuelas y talleres que dependen de las diócesis actúan con rigor científico. Todas las delegaciones de Patrimonio tiene el suficiente cuidado de a quién se entregan sus obras. Y no lo hacen a cualquiera”.
Para disfrute de todos
La cuestión de fondo va más allá de la “obra” de Doña Cecilia. ¿Podría tomarse la “restauración” de Borja como un síntoma del estado de la restauración y conservación del Patrimonio Cultural de la Iglesia, afectada sin duda también por la crisis económica? Francisco García Martínez, director del Máster en Patrimonio Cultural de la Iglesia (Universidad Pontificia de Salamanca), y Manuel Íñiguez lo niegan tajantemente: “Creo que en estos momentos lo sucedido en Borja es solo una anécdota particular –dice García Martínez–. La mejora en el cuidado del patrimonio, en su valoración, en su respeto ha crecido de tal manera que ahora quizá el problema sea muchas veces el contrario, que la exaltación de la dimensión artística oculte el rostro icónico de la figura religiosa que tiene por finalidad que el hombre puede cruzar la mirada de fe con Dios. Igual se podría decir de los espacios arquitectónicos o los ritos paralitúrgicos de lo que se llama el patrimonio inmaterial”.
Desde la Conferencia Episcopal, Íñiguez aclara que “indudablemente los recortes se están dejando notar. Pero lo que sí digo es que toda aquella obra que por la razón que fuese necesita de una intervención urgente se interviene. No hay la inversión que hubo en otras épocas de abundancia, como fue el Plan Nacional de Catedrales que se llevó a cabo en la época de José María Aznar, pero no nos podemos quejar”.
Cecilia Jiménez, la pintora que dejó inacabada la restauración |
Eso sí, Íñiguez añade que “es evidente que tenemos un inmenso patrimonio e intentamos darle toda la atención. Aunque su estado es, en general, bueno; puedo decir que los delegados de Patrimonio y las diócesis están haciendo un gran esfuerzo y están muy pendientes. Hace falta mucho, mucho dinero. Pero intentamos administrar bien los pocos recursos que ahora tenemos.
Según el director del Secretariado de Patrimonio Cultural, “es imposible valorar cuánto dinero se necesita anualmente para la conservación y restauración del patrimonio cultural de la Iglesia…”. Ni tan siquiera conocer, exactamente, cuánto se está invirtiendo porque responden a programas financiados con recursos propios de la Iglesia, de benefactores o de distintas administraciones. Lo que es evidente es que la Iglesia necesita la ayuda de las Administraciones públicas para la custodia y conservación de su ingente patrimonio artístico, para disfrute de los fieles y “de toda la sociedad”, como apunta Íñiguez.
¿Es imprescindible la financiación pública? García Martínez, desde la Universidad Pontificia de Salamanca, contesta: “Está claro que no podemos mantener todo nuestro patrimonio Cultural con los solos medios eclesiales y esto va a tener consecuencias que quizá no sepamos medir aún. En cualquier caso, creo que sería prioritario que los procesos de relación Iglesia-Organismos públicos aparezca con suficiente claridad la pluridimensionalidad de lo que unos llaman obras de arte y otros obras de la fe que se expresan artísticamente”. [...]
En el nº 2.816 de Vida Nueva. El ‘Ecce Homo’ de Borja: ¿síntoma o anécdota?, íntegro solo para suscriptores