Grabado de Antonio García Gutiérrez. Foto: Museo de Chiclana. |
Hoy es el 205 aniversario del nacimiento de Antonio García Gutiérrez, nuestro gran poeta romántico. En su homenaje reproduzco el poema que escribí y publiqué en el libro colectivo "Casas inolvidables de Chiclana" (Navarro Editorial, 2016).
Puesto a escribir de García Gutiérrez –y de su casa natal en la calle Corredera Alta, 27– me imaginé al poeta recordando ya anciano aquel hogar familiar de Chiclana. Y él, estoy seguro, no lo habría hecho de otro modo que en verso. Así que escribí esos recuerdos en una carta en octavillas...
La idea vino, realmente, de otra "carta en octavillas" que escribió García Gutiérrez. El original ha desaparecido, pero nos quedó la publicación que el diario "Abc" hizo en el año 1900. Esta carta-poema de García Gutiérrez, fechada el 30 de abril de 1870, estaba dirigida a su nieto, Antonio Navarro García, hijo mayor de su hija Magdalena.
Al niño, que cumplía ese día cuatro meses, no lo había podido todavía conocer su abuelo, que por aquel tiempo residía lejos de Madrid, concretamente en Génova, en donde ejercía de cónsul de España después de que el Gobierno del general Prim aceptarse su petición de traslado desde Bayona.
Así que imaginé a García Gutiérrez en su despacho consular escribiéndole a su nieto, pero en vez de la carta-poema que publicó "Abc", otra fechada algunos meses después, cuando el niño cumple su primer año, en el que rememoraba su casa infantil en la Corredera Baja, que cuando Antonio García Gutiérrez era niño aún se llamaba del Hospital. La casa en la que vivió, junto a sus padres y nueve hermanos, hasta que en 1821, o quizás en 1820, se marcharon a Cádiz.
El poema, el imaginado por mí, lleva por título "Adorado Antonio mío", el primero de los versos... Y comienza, no hablando del aniversario de su nacimiento –como hoy celebramos–, sino del de su muerte, el 26 de agosto de 1884 en la madrileña calle Fuencarral.
Al poema, este homenaje de ficción lírica, que es a lo que iba:
ADORADO ANTONIO MÍO
Con motivo del 203º aniversario del nacimiento del insigne literato D. Antonio García Gutiérrez, ocurrido el 5 de julio de 1813 en su humilde casa de la calle del Niño Jesús, número 13, en la villa de Chiclana, en el obispado de Cádiz, juzgamos curiosa la publicación de la adjunta carta inédita, precioso documento literario (1):
Al Srto. D. Antonio Navarro y García
Génova, a 2 de enero de 1871
Adorado Antonio mío:
de nuevo un beso te envío
y otros cientos y cien mil.
Ese millón que tu abuelo
te manda: que no me apoco
ni sé reñir por tan poco,
ni la miseria de un cero,
ya te lo dije, me aflige.
Quiero saber cómo sigues
y qué sueños te persiguen,
ahora cuando un año cumples
y de ti sigo aún lejos.
Con esta carta mi gozo
lo siento con alborozo:
verte, carita de cielo,
no puedo, mas te escribo,
ya sea en prosa o en verso,
ya sea al recto o al transverso,
que es como si entre mis brazos
pudiera ufano prenderte.
De cuando yo era un niño
como tú, dulce Antoñito,
quiero poder ofrecerte
algún recuerdo y que sirva
para aliviarme la pena
de ser tu abuelo y apenas
conozcas de mí lo poco,
que ella, tu madre, te cuenta.
Y no es que no quiera darte
noticia de mí, ni mi arte:
ella padeció la afrenta
de un padre siempre ausente.
No he de repetir errores
ni competir en amores
con Doña Lena, tu madre.
Solo es que viejo me siento,
y es por eso que hoy quiera
todo lo que fui y lo que era,
sin poco arrepentimiento,
poder contártelo a ti.
Aunque empezar con la gloria
no debo, nadie esta historia
mejor que yo la conoce.
Como hice al buen Jimeno
decir en mi Trovador.
Y no ha habido narrador
que escribiera nada bueno
de mí sin mi testimonio.
Ni el gran Larra escribiera,
ni Ochoa ni Ferrer siquiera,
nada sin que le dejara
apuntes de mi mano.
Te lo digo por si los lees,
que no te impidas, si los crees,
saber que mucho es vano
y poco, entre tanto, cierto.
Muchos hechos atesoro
y, aunque no todo es oro,
vence lo bueno a lo malo,
como la flor a la yesca.
Y es mi infancia un recuerdo
que es feliz como el que, espero,
tengas Antonio cuando crezcas,
aunque te olvides de mí.
Ya sabes por Doña Lena,
no por mis pocas verbenas,
que nací en Andalucía,
¡suelo de gloria y de paz!
Y que el poeta de Chiclana
aún la prensa me llama,
y que brilla como un haz
mi origen y mi fama.
Aún está en mi memoria
aquella calle notoria
en la que vine a la vida,
que del Hospital le dicen
y Niño Jesús se llama.
Pero la gente en mi casa
no es de la que bendicen:
con Corredera le basta.
De la familia Piña era
por los años que tuviera;
que no supe, pero en muchos,
fue poca cosa y modesta.
Y aún mi madre decía
que fue una zapatería
que su padre tenía en esta
vida y en la otra porque no
lo conocí y todavía
por esa remendería (2)
había quien preguntaba
como si viniera enviado
por el mismísimo diablo.
Pero mucho es lo que hablo,
que para ti es temprano
para espantajos, fantasmas
y todos esos relatos
que a mí me gustan tanto.
Déjame solo decirte:
don Juan José se llamaba
mi abuelo el alpargatero
y que era tan chiclanero
que aquella Villa lo amaba
con locura y denuedo.
Gutiérrez de apellido era
y no extrañó que fuera
a casarse en buena lid
con familia tan hacendada,
con tan heredad de viñas
que por siglos fueron Piña,
y uva de la que abundaba
un mosto que bien vendían.
A mi abuela, doña Pepa
Piña, no le tenía esa
misma consideración
por su porte y su figura
de orgullo y altividad.
Y es su misma autoridad
la que tu madre se agrura
cuando la tormenta estalla.
La recuerdo en esa casa
tan limpia como la plata,
de un solo piso y con blanca
fachada y muros de cal.
Y mi madre, Catalina,
siempre atenta en una esquina
de aquel patio, entre el rosal
y las cinerarias lilas,
a sus diez hijos, pequeño
ejército de insurrectos
en guerra con el francés
que con su yugo ominoso
había invadido y desolado
aquella villa, arrasado
las viñas, las huertas, todo,
cuando vine a dar a luz.
Yo no tuve pompa alguna
tampoco dorada cuna
en la que mecer mi infancia,
más bien la mísera suerte
de nacer en el funesto
tiempo en el que depuesto
el combate solo a verte
viene generoso el hambre.
Y llegado a la vejez
puedo creer que, tal vez,
la desgracia y la pobreza
me dio un corazón fuerte.
Quizás aquella lección
que aprendí sin elección:
no desear ni a la suerte
es del hombre gran riqueza.
Mi querido y buen Antonio,
que me lleve el demonio,
que solo quería decirte
cuánto es lo que te adoro
y aún pronto es para darte
lección en ninguna parte,
solo que no hay desdoro
en nacer humilde y pobre.
Ya aprenderás lo que quiero:
nadie es más caballero
por la cuna en que nació
ni la ropa que lo viste.
Y que si no es el talento,
al menos así lo siento,
la vida todo consiste
en la laboriosidad
y la constancia. Y si
honrado en mi casa nací,
bajará mi honor sin mancha
a la tumba de mis padres (3).
Pienso en ti, también en ellos:
¡si quién soy lo fui por ellos!
Cuida, mi cielo, a tu madre,
y al bueno de don Fernando,
tu padre, que llegará
el día en el que hará
por ti lo que no querrías
y te parecerá todo
un gran desvarío aquello
que te pida, más aquello
que te prohíba. Ante todo
lo digo porque el mío,
Don Antonio –como tú y yo–,
a prohibirme llegó
los versos y aquellos dramas
que eran mi vida y mi sueño,
que cuando nací en aquella
casa de los Piña ya era
poeta. Así lo sentía
–y lo vivía– a mis pocos
años y mis muchos duelos.
No conocí a mis abuelos,
que Margarita Ramírez
y Juan García ambos eran.
Mas de Conil naturales,
los dos en sagrado yacen
en Chiclana, y aún esperan
en ese santo aposento
al mismo Dios, muy cerca
a la calle de los Vega,
donde tenían su casa
y mi padre su taller.
De profesión ebanistero,
hoy sí que le agradezco
aquel suyo proceder
de verme un cirujano
y apartarme de las letras.
Mas había en esa treta
el deseo al porvenir
y el puro amor paterno.
No lo entendí entonces,
mas ahora que soy de bronce,
ya abuelo y tenaz enfermo,
comprendo aquella negación.
Nací poeta en aquella casa
pobre y humilde de Chiclana.
Poeta he sido y seré;
en caso alguno reniego
aunque prosiga el genio
del escritor sin más premio
en este país que el ego
y la gloria, como Larra
escribió aquella noche
como generoso broche
al inesperado estreno
de mi primer Trovador.
Mas aquí hoy me encuentro,
y te escribo aquí dentro
de un despacho acogedor,
como el mismísimo cónsul
de España en la noble Génova.
También lo fui de Bayona.
Porque la literatura
quita el hambre con los cargos
que da. Don Antonio, mi padre,
y Catalina, mi madre,
allá en su sepultura
en dicha, espero, descansen.
Y me he de acordar antes
de aquel profesor Galante
que a leer no llegaría
de mí vino en afirmar.
Soy humilde y apocado,
y así he confesado
que aún me he de sentir,
pero leer, sí leía, vaya.
Ni asiduo era a las comedias,
ni aquellas otras tragedias
de Meléndez y Cienfuegos,
de Moratín y Quintana,
que, una a una, llegué más tarde
a recitarlas. Fue su arte
el que en mí prendió esa llama
del teatro y el poema.
Ya lo sabrás: mas los versos
nacen un día de aquellos
en que aparece ante ti,
el fulgor y la belleza,
y en los que el corazón
es más bien un gran cañón
que en paz nunca más te deja
si a ella amor no le proclamas.
No temas nada mi niño,
mi cielo, mi dulce Antoñito,
que muchos años te faltan
para que en ti se marchite
la pureza en que aún vives
inmaculada y sublime.
Y a tu lado mi deleite
y mi dicha espera estar.
Mas todo esto, por Dios vivo (4),
hasta el momento oportuno
tenlo callado: ninguno
ha de saber que te escribo.
Hago punto, y la ocasión
aprovecho, como debo,
para ofrecerte de nuevo
mi alta consideración.
A. GARCÍA GUTIÉRREZ
NOTAS:
1. Carta atribuida a Antonio García Gutiérrez y publicada en la revista Blanco y Negro (Madrid). 1 de agosto de 1916. Pág. 15.Feliz aniversario Poeta.
2. No es castellano, pero valdría.
3. No es castellano, pero valdría.
4. Del mismo modo, acostumbra a despedirse en carta anteriores, como la publicada en la revista Blanco y Negro (Madrid), pág. 15, el 18 de agosto de 1900. Verdadera inspiración de esta que ahora se publica. Sirva la aclaración de que la actual casa existente en la c/ Corredera, 27 no corresponde ni en su planta ni en su distribución a la que debió existir el 5 de julio de 1813, cuando nació Antonio María de los Dolores García Gutiérrez, inmortal autor de El Trovador y Simón Bocanegra.