Recreación del paso del Santísimo Cristo Yacente, en la "Pasión" de la compañía Teatro Corsario, de Valladolid. Foto: Luis Laforga/Teatro Corsario. |
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | DIARIO DE CÁDIZ
En el umbral de la Semana Santa,
en las andas mismas de pregones que van y vienen al filo de la Cuaresma, es el
momento preciso para significar cómo en las calles de Chiclana vamos a ver de
nuevo ese itinerario donde la divinidad de Jesús se esconde. En la Pasión, la filiación
divina de Jesús irradia desde su humanidad. Dios se humaniza al vincularse al
sufrimiento, que es la revelación de la Cruz. Borriquita, Humildad y Paciencia,
Afligidos, Perdón, Medinaceli, Nazareno, Santo Cristo, Santo Entierro encarnan eso
que Rafael Argullol, novelista y ensayista, catedrático de Estética y Teoría de
las Artes en la Universidat Pompeu Fabra, llama la “pasión del Dios que quiso
ser hombre”, título preciso de su último –y recomendable– libro sobre la
atracción de la figura de Jesús y su íntima vinculación con la historia del
arte. “La intimidad que pronto dejé de tener con el cristianismo –confiesa
Argullol– la continué teniendo con Cristo. El personaje me fascinaba, por más
que fuera escurridizo para toda interpretación. Si mayor poder residía, creo,
en ese oscuro amor que se enroscaba alrededor de tanto tormento. Esto era, al
mismo tiempo, excesivamente inquietante”.
La vida y la muerte de Jesús ha
transformado nuestras formas de ver la vida; del mismo modo que altera la
cotidiana tranquilidad de las calles durante la Semana Santa. Su presencia ha
marcado, también, nuestra forma de comprender la cultura –el arte y la música,
básicamente– a lo largo de los siglos. Inmersos en una sociedad escéptica,
enclavados en un tiempo postreligioso, creer no es fácil, pero al mismo tiempo
la figura de Jesús emerge de nuevo como un modelo a imitar: el centro de mensaje
de Jesús está en su vida, no en su muerte y en el posterior anuncio de su
resurrección. Su Pasión –esa epopeya trágica del cuerpo– es el espejo en el que
se refleja la humanidad del Dios hecho hombre. Aquello de lo que habla el
filósofo Juan Antonio Estrada en “¿Qué decimos cuando hablamos de Dios? La fe
en una cultura escéptica” (Editorial Trotta): “La religión tiene que humanizar,
capacitar, ayudar a crecer. Dar fruto de justicia, de verdad y de solidaridad”.
El hombre se diviniza al solidarizarse con el otro.
En el escenario musical, existe
una renovada pasión –sirva el juego de palabras– por programar una y otra vez
réquiems, entendidos no solo como el género medieval de la misa de difuntos, o
sus versiones más contemporáneas denominadas “corpus un memoriam” basadas en
textos sagrados, o incluso esas “evocaciones fúnebres o lamentaciones de tema
mortuorio” desprovistas de toda connotación litúrgica. La misa de réquiem es
una de las mayores aportaciones de la Iglesia Católica a la música clásica. El
origen de una composición concebida –más allá de su funcionalidad litúrgica–
para transmitir paz y consuelo explica, indudablemente, el interés creciente
que se vive por los réquiems. También como materialización coral de la Pasión
de Cristo. Nunca se han programado tantos ni tan diversos.
El próximo día 28 –sábado de
Pasión– la Iglesia Mayor de San Juan Bautista, inmersa en su conmemoración del
II Centenario de su apertura al culto, será escenario a las 21,30 horas de uno
de los más singulares y contemporáneos: el estrenado en 1985 por el legendario
Andrew Lloyd Webber, uno de los grandes compositores del siglo XX, conocido por
sus musicales: “Jesucristo Supertar”, “Cats”, “El Fantasma de la Ópera” o “El
mago de Oz”. Webber escribió su “Misa de Requiem” en memoria de su padre, y la
representó por primera vez en la iglesia episcopaliana de Santo Tomás, en Nueva
York, hace justamente 30 años.
Es la partitura –incluido el famoso Pie Jesu, el single que interpretado por la soprano Sarah Brightman llegó a
estar entre los más vendidos en todo el mundo– que ahora recupera la Orquesta
Sinfónica del Aljarafe, dirigida por Pedro Vázquez Marín. Esta joven orquesta
tiene en su catálogo otros réquiem famosos representados en Chiclana en los
últimos años –Mozart, Cherubini–, pero también más desconocidos como el que
interpretaron el pasado año de Franz Von Suppé, compositor autrohúngaro que lo
estrenó en 1855. El impresionante “Descendimiento” (1435) de Rogier van der
Weyden –al que el Museo del Prado dedica ahora una excepcional exposición– sirve
un año más de cartel al réquiem que programa el Ayuntamiento de Chiclana. Réquiem,
duelo, consuelo e iluminación.
http://www.diariodecadiz.es/article/opinion/1989915/requiem/duelo/e/iluminacion.html
P.D. Recomendabílisma esta grabación de 2010 del programa "Al margen-La última luz", de RNE, dedicado en 2010 al Réquiem de Lloyd Webber:
http://www.rtve.es/alacarta/audios/al-margen/margen-ultima-luz-requiem-andrew-lloyd-webber-22-01-10/665340/