Una reproducción del Laocoonte hallado en Roma en la exposición sobre Berruguete. Foto: Abc |
El Museo Nacional de Escultura explica en “Hijo del Laocoonte. Alonso Berruguete y la Antigüedad pagana” el diálogo entre las fuentes de inspiración clásica y el repertorio cristiano en la gran figura internacional del Renacimiento español
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | VIDA NUEVA
Manuel Arias Martínez, comisario de la exposición Hijo del Laocoonte. Alonso Berruguete y la Antigüedad pagana –que se inaugura el próximo martes en el Museo Nacional de Escultura en Valladolid–, usa un calificativo que describe el prodigioso don escultórico de Alonso Berruguete (Paredes de Nava, Palencia, 1489-Toledo, 1561): “Prometeo de la escultura”, le llama. O, en otras palabras, el “mago de la madera”. Es, indudablemente, la gran figura internacional del Renacimiento español: “Hay que poner de relieve que no solamente estamos ensalzando a un artista internacionalmente muy apreciado en un momento, además, en el que la escultura comienza a tener cada vez más eco en el panorama internacional, sino que reinterpreta, relee y adapta lo que se le encargaba en España, que fundamentalmente era escultura, y escultura en madera policromada”, según la directora del Museo Nacional de Escultura, María Bolaños. Un artista esencial que se convertiría en “el primer moderno” de la escultura española.
Berruguete fue un precursor, un visionario que transformó la concepción del arte en España y adelantó el Renacimiento. “La exposición desvelará el diálogo entre las fuentes de inspiración clásica de Alonso Berruguete con el repertorio cristiano”, añade Bolaños. Es decir, la asimilación del clasicismo renacentista, basada en motivos y estéticas originarios de la antigua Roma, que Berruguete se trajo de Italia –vivió y trabajó durante algo más de diez años entre Roma y Florencia–, donde se codeó con Rafael, Bramante o Miguel Ángel. “La personalidad de Alonso Berruguete no se puede entender sin su soggiorno italiano”, según Arias Martínez. No hay fechas exactas, pero probablemente esa estancia italiana se extendiera desde 1504, aún adolescente e inexperto, hasta 1518, cuando ya está de vuelta en Zaragoza. El comisario y también subdirector del propio Museo Nacional de Escultura, además de uno de los mayores especialistas en Berruguete, añade: “El escultor español asumió ese clasicismo y lo incorporó a la escultura policromada imperante en la España del siglo XVI, básicamente religiosa, especialmente en los numerosos encargos que él mismo recibió de iglesias, catedrales y dignidades eclesiásticas”. Y lo cambió todo.
"Llanto sobre Cristo muerto", de Berruguete. Foto: Museo Nacional de Escultura |
“Alonso Berruguete no es hijo de Pedro Berruguete, sino del Laocoonte”, escribió el pintor José Moreno Villa. Y sobre esa frase –que concentra todo el Renacimiento en unas pocas palabras– desarrolla el Museo Nacional de Escultura el discurso que sostiene la que califica sin medias tintas como la exposición que “pretende ser una de las citas culturales del año”. Argumentos no le faltan. Tablas, lienzos, dibujos, aguadas, estampas, esculturas en alabastro y madera policromada, libros y relieves en bronce o pizarra son las técnicas y materiales que conforman esta extraordinaria mirada a Berruguete, su obra revolucionaria y su mundo infinito: “Mostramos donde miró Berruguete, qué es lo que vio, cómo se inspiró en el lenguaje clásico”, describe Arias. Sesenta y siete obras, en total, procedentes del propio Museo Nacional de Escultura –que posee la mayor colección del artista palentino–, el Museo del Prado, el Museo Arqueológico Nacional o la Galería degli Ufizzi de Florencia, que ha prestado un relevante “Circuncisión de Cristo”, dibujo de Berruguete fechado entre 1526 y 1532.
Son veinte las obras maestras de Berruguete, sobre todo piezas de firme devoción religiosa a la que acompañan “un aura de vanguardismo”, como describe Arias. Tanto propias, del propio museo vallisoletano, como las dos tablas del retablo mayor de San Benito el Real, “Nacimiento de Jesús” y “Huida a Egipto”, como prestadas. Por ejemplo, las dos de la Diócesis de Palencia: el “Llanto por Cristo muerto”, de la predela de la iglesia de Fuentes de Nava, y el “Entierro de Santo Cristo”, de la iglesia de Lantadilla. Mientras que la iglesia de Santiago en Valladolid aporta un valioso relieve en madera policromada –“Natividad”– que forma parte del retablo de la Epifanía (1537). No falta el denominado “Relieve sobre la Circuncisión” del retablo del Colegio del Arzobispo Fonseca, cedido por la Universidad de Salamanca.
Cabe del "Patriarca" de Berruguete. Foto: Museo Nacional de Escultura |
La exposición –que permanecerá abierta al público hasta el 5 de noviembre– está fundada sobre la continua comparación entre obras de la Roma clásica, el propio Berruguete y su entorno inmediato. Ordenada, eso sí, en cinco ámbitos: “La luz de la antigüedad en Roma”, “Bajo la influencia de Laocoonte”, “Sarcófagos y lecciones”, “Tomando agua de la fuente” y “A la sombra de una venera”. Precisamente, esa venera de San Benito el Real –“la concha en la que Venus viaja a través del mar, pero que Berruguete reutiliza como el coronamiento del retablo”, como la describe Bolaños– impresiona en su reconstrucción: “Una venera que ha estado guardada desde la desamortización en el siglo XIX, que nunca se ha montado y que fue como la gran novedad que Berruguete trajo a la retabilística española de ese momento”, manifiesta. Una obra “independiente, desmedida, llena de emoción y vehemencia”, como afirma el comisario, que simboliza la magnanimidad de la exposición y de la mirada de un artista total y único. Imprescindible.
Paredes de Nava, una inmersión en los orígenes familiares
Como preámbulo a la gran cita de Valladolid, la villa natal del escultor renacentista ha inaugurado Alonso Berruguete en Paredes de Nava. A propósito de una exposición. “Es un homenaje al escultor y a su familia, como representantes del arte renacentista al más alto nivel internacional desde su localidad natal”, explica Rafael Martínez, comisario de la misma junto a Manuel Arias. La muestra tiene como sede la parroquia de Santa Eulalia, con el llamativo retablo mayor de Inocencio Berruguete –también peredeño y sobrino de Alonso Berruguete–, y su cuñado, el pintor y escultor Esteban Jordán, que fue quién lo ejecutó entre 1551 y 1563. Jordán reutilizó –y repintó en algún caso– doce tablas de Pedro Berruguete (Paredes de Nava, hacia 1445-Madrid, 1503) –notable pintor influido tempranamente por el Renacimiento italiano, también conocido como Berruguete el Viejo y padre de Alonso–, que habían ocupado un retablo lateral de la misma iglesia, dedicado a San Joaquín y Santa Ana, y realizados en torno a 1490. Luego restaurado –y modificado– en el siglo XVIII, el retablo mayor de Santa Eulalia es ejemplo del arte de la familia Berruguete y es el escenario perfecto para “una muestra más didáctica y que pretende aportar el quién es quién en la familia Berruguete”, según Martínez.
Aunque se atribuyó erróneamente durante siglos al más famoso de ellos, Alonso no participó siquiera en el escultura del Calvario que lo culmina, seguramente obra de Inocencio. El escultor renacentista regresa a Paredes de Nava, no obstante, con tres obras del Museo Nacional de Escultura: una talla y dos pilastras del retablo de San Benito de Valladolid, una de sus obras más destacadas. La exposición –que permanecerá abierta hasta el 21 de septiembre– se completa con otras nueves obras, pero de autores coetáneos de Alonso Berruguete y discípulos como Manuel Álvarez y Francisco Giralte. Entre ellas, una de Juan de Viloldo, procedente de la parroquia de Alba de Cerrato. “La muestra recoge una serie de piezas originales, fotografías, y paneles informativos que dan cuenta junto al impresionante retablo de la parroquia-museo de Santa Eulalia, donde se ubican los retratos de los Reyes de Pedro Berruguete, de la importancia de la familia Berruguete en el arte y la historia del Renacimiento, dentro y fuera de nuestras fronteras nacionales”, añade el comisario. Y es posible por la colaboración entre el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, la Diputación de Palencia, la Diócesis de Palencia –el Museo Diocesano aporta dos obras–, el Ayuntamiento y la parroquia de Santa Eulalia. Los Berruguete regresan a casa.Ver VIDA NUEVA. Nº 3.042.