Al señor Aramburu –cómo él mismo denomina a su alter ego en esta novela entre autobiográfica y ficcional– hace tiempo que lo leo, lo sigo y lo celebro. Es, ya lo he dicho alguna vez, uno de los grandes nombres de la literatura española contemporánea.
Afincando en Alemania, Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) ha sabido crear a la manera de Eduardo Mendoza, quizás su referente más cercano, una obra dual, entre el rigor léxico, estructural y temático de Los ojos vacíos (2000) a la comedieta ágil y popular de El trompetista del Utopía (2003).
Sin embargo, con los cuentos de Los peces de la amargura (2006), Aramburu encontró un terreno en el que tenía mucho que decir: precisamente un escenario que había evadido hasta entonces, el País Vasco con todos sus sabores y todas sus aristas, incluido el conflicto terrorista, visto desde lo cotidiano.
Todo esto para llegar a Años lentos, sí, su última novela, que como ninguna compendia estas tres tendencias. Es decir, Aramburu en estado puro, con la memoria colectiva del País Vasco de fondo. Aunque a algunos no les guste.
Fernando Aramburu: Años lentos (Tusquets), Febrero de 2012, 224 páginas. 17 € (VII Premio Tusquets Editores de Novela)
En el nº 2.791 de Vida Nueva.
En el nº 2.791 de Vida Nueva.