Una de las bóvedas de la catedral de Tarazona. |
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | “En tiempos de crisis salen cosas interesantes porque el cerebro tiene que moverse más. Tengo clara una cosa: el dinero no hace cultura; ayuda, pero no la hace. Hay que seguir y salir adelante”. La frase es de la actriz Asunción Balaguer, reiventada a sí misma en El tiempo es un sueño, un monólogo autobiográfico firmado por Rafael Álvarez, El Brujo.
En La Coruña ha surgido un grupúsculo destinado, según propia confesión, a “apoyar a la cultura para rescatar a la sociedad”. Nacen con el nombre de eLefante 330 y su primera acción ha sido una exposición según el modelo One Day Exhibicion. Es decir: un único día de exposición y grabación documental que, desde el 14 de diciembre, se exhibe en la Red. La muestra llevó por título Plan de rescate, tuvo como escenario un local comercial en alquiler y participaron en ella veinte artistas gallegos u oriundos de Galicia.
“Vivimos rodeados de elefantes inmobiliarios e ideológicos, pero nuestro paquidermo, nuestro proyecto, cree en la cultura como salida a la jungla económica que nos rodea e impide avanzar”, dicen. La crisis reinventa la cultura. La está transformando, para bien o para mal.
Adiós al “gratis total”
La ausencia de la Administración pública como mecenas cultural –escenario al que nos habían llevado los años de bonanza– ha conducido, en algunos casos, a estimular la imaginación y la creatividad: crecen las producciones de exposiciones, por ejemplo, de colaboración entre fundaciones e instituciones culturales públicas.
Como la que la Fundación Botín y el Reina Sofía le dedican a la gran María Blanchard. O como la que la Fundación BBVA y el Museo del Prado han inaugurado de El joven Van Dyck.
El Ecce Homo de Borja y su polémica restauración. |
Pero la falta de dinero público, a otros los paralaliza. Es el ejemplo de múltiples programaciones suspendidas, aplazadas o reducidas a su mínima expresión. Que, además, cobran sin excepción. El “gratis total” ha desaparecido para el espectador y se impone un modelo en el que la financiación pública supondrá una mínima parte del gasto. El resto: taquilla, acuerdos con entidades privadas y la imaginación de los gestores para diversificar los ingresos en conceptos como el merchandising. Hacia ello vamos.
Bajan las ventas
El cine, los teatros, las librerías, las exposiciones –menos en los días de entrada gratis– son páramos comparados con 2011. La venta de entradas en los espectáculos, musicales, teatros o exposiciones se han reducido hasta en un 15%, incluyendo al público escolar.
Las librerías –atenazadas por el crecimiento del libro electrónico, que crece en paralelo con el de la pujante piratería digital de novelas y libros técnicos– van reduciendo su negocio paulatinamente, mientras que, en las grandes superficies, los espacios dedicados a libros igualan ya al de la música, que ha tocado fondo e intenta emerger con un descenso de precios nunca visto.
Paradójico es, siguiendo con la lectura, que las bibliotecas están viviendo un boom. El lector, obligado por las circunstancias, está dejando de comprar y de acudir a ellas. Sirvan, por ejemplo, las cifras de las bibliotecas municipales de Málaga: en el primer semestre de 2012, sus usuarios aumentaron en un 27,8% respecto a 2011, y un 40% comparado con 2010. A la vez, las bibliotecas públicas, en toda España, han sufrido unos de los mayores recortes en la adquisición de nuevos fondos.
El patrimonio eclesial
Contemplada a vista de pájaro la simbiosis entre cultura y religión, 2012 ha sido el año del Ecce Homo de Borja, de la reaparición del Códice Calixtino, la recuperación de María Blanchard y la pasión renacida por las catedrales –son numerosos los libros aparecidos en torno a ellas, sobre todo las góticas–, como la de Tarragona, rehabilitada y luminosa, o la de Tarazona, reabierta al culto después de casi treinta años cerrada.
La apertura del Museo Diocesano de Zamora da pie a un nuevo modelo museístico del patrimonio eclesiástico, que apunta a pocos metros expositivos –acorde con un menor coste– y un discurso de hondo contenido didáctico y teológico.
San Benito, en la exposición Monacatus. |
El modo de exponer el rico patrimonio eclesiástico también se reinventa a sí mismo. El 2012 ha sido el año en el que más se han notado los efectos de los recortes presupuestarios públicos sobre el patrimonio histórico-artístico de la Iglesia. El Plan de Catedrales está prácticamente paralizado y la anécdota del Ecce Homo de la iglesia del santuario de la Misericordia de Borja (Zaragoza), más allá de la difusión iconográfica dentro y fuera de España de la fracasada repintura, ha reavivado el debate sobre los riesgos de hasta dónde puede conducir el intento de poner parches –más si se realizan sin una mínima profesionalidad y preparación técnica– en la rehabilitación de iglesias y catedrales. Y retrata el drama de muchos párrocos, obligados a hacer malabarismos para preservar sus iglesias.
Pese a todo, ha sido importante el mantenimiento –aunque indefectiblemente ajustados presupuestariamente a los nuevos tiempos por la Junta de Castilla y León– de programas expositivos tan fundamentales como Las Edades del Hombre, que alcanzó su 17ª exposición en el monasterio de San Salvador de Oña, precisamente, con el título de Monacatus.
Como homenaje al milenario del monasterio burgalés, se eligió como tema el arte en torno a la Vida Consagrada. Y cerró el pasado mes de noviembre con un total de 175.000 visitantes y el calificativo de “éxito colectivo”.
Esperando una nueva edición de La Luz de las Imágenes –la Generalitat valenciana prepara la muestra dedicada a las comarcas del Maestrazgo en Castellón para el próximo año–, sin embargo ha sido significativa la muestra Hoc Hic Mysterium… El esplendor de la Presencia, una exposición de exquisito montaje y valiosa selección de piezas que resaltó la identificación entre arte, fe y territorio en la catedral de Lugo. A la vez que, como en el Museo Diocesano de Zamora, inaugura una tendencia expositiva con poca obra y de gran calidad, cuidado diseño y mensaje evangélico directo.
Fuera de los espacios consagrados, destacó la exposición Catalunya 1400. El gótico internacional, con el que el MNAC de Barcelona prosigue la difusión de su valiosísima colección sacra y, como siempre, marcando tendencia.
La figura de Jesús, moda literaria
En medio del escenario de la crisis, en el 2012 también hemos asistido a una moda literaria que excede lo evangélico y se encarama a veces a la apostasía. Sea como fuera, las novelas protagonizadas por Jesús de Nazaret –con sus distintos modos y respetos de lo católico– se han convertido en una moda.
El peso como mito cultural de Jesús siempre ha sido evidente, pero estos últimos tiempos ha dado pie a una innumerable relación de títulos, como los de James Frey –El último testamento (Mondadori)–, David Safier –Jesús me quiere (Seix Barral)– o la segunda novela de Jesús Bastante Liébana, Y resucité entre los muertos (Ediciones B), relato en primera persona del propio Jesús resucitado.
Incomparable con todos ellos, en este escenario de necesidad de lecturas más introspectivas y espirituales, es donde se inserta, aunque no sea una novela, La infancia de Jesús, de Benedicto XVI, porque el fenómeno salta de nuevo al ensayo. La crisis demanda más Jesús que nunca.
En el nº 2.829 de Vida Nueva.