El artista norteamericano durante su visita a Bilbao para inaugurar la exposición "Retrospectiva". Foto: Deia
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El Museo Guggenheim Bilbao dedica una completa y sugestiva "Retrospectiva" a uno de los pioneros del videoarte y “vínculo entre lo sagrado y lo trascendente” en el arte contemporáneo actual
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | VIDA NUEVA
En Bill Viola (Nueva York, 1951) todo sorprende. Continuamente. Comenzó a experimentar con el videoarte a principios de la década de 1970, pero, sobre todo, a partir de la explosión tecnológica de los año 90 se retó a sí mismo a “devolver al arte tanto su potencial transformador como su vínculo con lo sagrado y lo trascendente”, como señala el director general del Museo Guggenheim Bilbao, Juan Ignacio Vidarte. Y lo ha conseguido. Enfrentarse a sus instalaciones –“una fusión única y radical de tecnología”, según Vidarte– es encontrarse con “lo telúrico y lo espiritual, una combinación que muchos habrían juzgado imposible”, continúa el director general del Guggenheim Bilbao, museo que acaba de inaugurar la sugestiva exposición Bill Viola. Retrospectiva. “Viola se sirve de lo visible para hablar de aquello que no vemos y adentrarse en el misterio –manifiesta–. A través de un gran despliegue de imágenes en movimiento nos sumerge en escenas hipnóticas que nos aproximan a la vía meditativa y contemplativa”.
Velos (The Veiling), 1995. Foto: Museo Guggenheim |
Kira Perov, la esposa y colaboradora imprescindible de Bill Viola desde 1978, denomina con acierto su producción artística como “visiones interiores”. Y, sí, la mística, la poesía, lo espiritual, directamente la historia de la religión, también la filosofía, son los campos de exploración de un artista extrañamente contemporáneo. Tanto que John G. Hanhardt, el historiador y comisario de arte, autor de la primera monografía que recorre íntegra la carrera del artista –recién publicada a modo de catálogo y titulada simplemente Bill Viola (La Fábrica y Museo Guggenheim Bilbao)–, afirma: “En su producción, se reflejan los poetas y místicos visionarios que manifiestan su creencia en la trascendencia y cuyos textos constituyen la biblioteca personal del artista”. Santa Teresa y, sobre todo, San Juan de la Cruz, a quien le dedicó una instalación monumental, Habitación para san Juan de la Cruz (1983), con la cual Viola reflejó –y transmitió– la “extrema conmoción” que le supuso el fraile carmelita.
Hanhardt va más allá, sin embargo, de la mística. Hasta el punto que reordena toda la trayectoria de Viola como reflexiones “humanísticas y teológicas”, siempre en torno a “ideas claves” que ha ido reiterando en los últimos cuarenta años. Por un lado, “el cuerpo humano, la espiritualidad y la trascendencia”. De otro, “las fuerzas y ciclos de la naturaleza, el nacimiento, la vida, la muerte y la memoria”. Pero estos grandes temas confluyen a veces, por ejemplo, en una obra que refleja el pensamiento, la reflexión y la creencia de Bill Viola como pocas: Mártires (tierra, aire, fuego, agua), videoinstalación que en 2014 colocó en un altar de Saint Paul, la catedral anglicana de Londres. “Le sirve para ahondar en la redención del mártir lograda por medio de la fuerza de sus creencias, y que nos hace pensar en el poder redentor de la propia estética de la creencia de Viola, verdaderamente extraordinaria”, según la define Hanhardt. En ella está muy presente la figura de Jesús. su sufrimiento ante la muerte, pero también su esperanza, su vida y su testimonio. Ahora, precisamente, en Saint Paul se exhibe también Mary, impresionante videoinstalación sobre la vida de la Virgen que Viola tardó más de trece años en recrear.
Velos (The Veiling), 1995. Foto:
Museo Guggenheim
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Esta es la propia visión artística de Viola, compartida con Kira Perov: “Reconocer la belleza y lo espiritual en su búsqueda por ofrecer esperanza en un tiempo de crecientes desafíos para la coexistencia y la vida en el planeta”, añade Hanhardt. Es también lo que describe Vidarte con otras palabras, pero con la misma sensación de estar no solo ante “uno de los creadores más importantes de la historia del videoarte”, sino frente a un artista que “ha recuperado la emoción y los ideales del humanismo en el arte”. El director general del Guggenheim Bilbao lo justifica con argumentos que surgen de las propias obras de Bill Viola, como Cielo y Tierra (1992) o Una historia que gira lentamente (1992), ambas en la galería 205 del Guggenheim: “A partir de un interés inicial en las posibilidades y características técnicas del vídeo, la trayectoria de Viola avanza hasta convertirse en una búsqueda de lo espiritual. En este camino hacia una dimensión más profunda, el artista aborda temas tan complejos como el cuerpo humano y su vinculación con la temporalidad; la percepción; el nacimiento y la muerte; y los procesos de cambio, renacimiento y transfiguración”.
La reflexión –la del artista y la que provoca en el espectador– es la vía de entrada a cada uno de esos temas, junto a la ralentización del tiempo que continuamente plasma Viola en sus obras, toda una invitación a la meditación. Su modelo son los artistas medievales y renacentistas. La habitación de Catalina (2001) –inspirada en las predelas que Andre di Bartolo Cini dedica en el siglo XV a Santa Catalina de Siena–, presente en el Guggenheim (galería 207), es paradigmática. Porque lo que Viola persigue y busca difundir es lo que él denomina la “llama de la cognición”. Es decir, la conciencia humana, perdida en el virtual y mecanizado mundo actual. “Emprende una búsqueda espiritual inspirada en la historia del arte para explorar cómo nos comprendemos a nosotros mismos y el mundo que nos rodea”, manifiesta Hanhardt. En los estudios sobre las religiones del mundo que Viola inició en los años 90 es donde está la clave de toda su trayectoria artística: el “anhelo espiritual” para vivir, para crear y para compartir.
Espiritualidad, trascendencia, conciencia humana
Bill Viola. Retrospectiva es un “recorrido temático y cronológico por la trayectoria de uno de los artistas más importantes de nuestro tiempo y pionero en el desarrollo del videoarte”, como lo define en primera instancia Lucía Aguirre, comisaria de la exposición que permanecerá abierta hasta el 9 de noviembre. A través de 27 instalaciones, muy representativas de su evolución en sus cuarenta años de trayectoria artística, aborda “cuestiones tan importantes en su obra como la noción del tiempo, el significado de nuestra existencia y nuestro lugar en el mundo”, explica la comisaria. “Creo que es un artista que en cierta manera el público religioso, el que ha dedicado su vida a Dios y a los otros, encuentra afín –añade–. Ese es un espectador que se ha hecho preguntas a lo largo de su carrera, de su vida, y son preguntas que son inherentes a la condición humana, pero que el día a día que nosotros llevamos hacen que se nos olviden. Y la obra de Bill Viola parte de estas mismas preguntas”.
Lucía Aguirre afirma a Vida Nueva: “Viola siempre dice que su trabajo no es el resultado de la búsqueda de respuestas, sino de las preguntas que nos hacemos. Y es un artista que trata temas, además, como la vida, la muerte, el nacimiento, los ciclos que se producen en nuestra vida, y, sobre todo, un artista que en este tiempo en el que vivimos considera que la vida es un regalo muy grande”. Esa exploración sobre los temas fundamentales de nuestra existencia —vida, muerte, nacimiento, renacimiento, transformación, transfiguración—, han dado sentido a toda su obra creativa. “La exposición no necesita ningún soporte ni de textos ni de guías, porque las obras tratan de espiritualidad, de trascendencia, de conciencia humana, que son temas que van unidos a la condición del hombre, y nos permiten reflexionar sobre ello. Muchas veces en nuestro día a día no lo hacemos. Bill Viola lo toma, lo usa de base para su obra y crea una obra estéticamente muy bella pero muy poderosa y muy natural, muy trascendente desde el punto de vista conceptual”, expone Aguirre.
Es lo que dice el director general del Museo Guggenheim Bilbao, Juan Ignacio Vidarte: “Bill Viola recupera la emoción y la inocencia de una visión primigenia, que parece contemplar las cosas en su esencia. Lo real y lo simbólico se funden en sus cintas de vídeo y videoinstalaciones, que llevan más de cuatro décadas fascinando a multitud de espectadores”. El Palacio Strozzi de Florencia acaba de cerrar las puertas de la gran exposición Renacimiento Electrónico, ahora abre el Guggenheim la imponente Retrospectiva. Bill Viola tiene aún mucho que contarnos. Y que sorprender.
Ver en VIDA NUEVA. Nº 3.046.