El periodista y pensador publica "La ausencia" (La Esfera de los Libros) |
Vicente Verdú (Elche, 1942) es un analista incomparable de lo que sucede a nuestro alrededor. Un pensador del hombre contemporáneo que ha dejado suficientes muestras de agudeza intelectual, como en El capitalismo funeral (Anagrama, 2009). Ante la dolorosa muerte de su mujer, en 2003, se puso a reflexionar en torno al concepto mismo de ausencia, y llegó a la conclusión de que “la sensación de ausencia caracteriza significativamente esta época. Ausencia antes y durante la gran crisis. Ausencia en el horizonte imaginable tras ella. Desde un mundo que acaba a otro que apenas se atisba, cunde una atmósfera vacía o vaciándose de proyecto y valor”.
El intelectual incorregible que es Verdú se puso a elaborar esta asociación: “La ausencia entonces, ya en plena crisis económica y social, significaba también la falta de casi todo, desde el conocimiento suficiente para afrontar el problema a la paralela ausencia de trabajo, de liquidez, de líderes, de confianza, de moral y de muchos otros importantes asideros”.
Y a explorar este vacío “moral e instrumental que se padece en casi todos los órdenes a través de la pérdida de referentes, de ideas y de remedios” está dedicado La ausencia (La Esfera de los Libros), ensayo extraordinario en el que muestra ese viaje “del contenido de mi corazón al contenedor de la gran crisis”, aportación lúcida alrededor de un mundo que se acaba y otro que no se sabe muy bien a dónde conduce. “Estamos en una especie de tránsito por el desierto –apunta–. Han cambiado todas las ideas que teníamos recibidas de la era industrial, de un mundo gobernado por la cantidad, de un mundo efímero y de un consumo desbocado”.
La ausencia primera es su mujer. “El libro parte de una experiencia biográfica, como todos los libros que he escrito yo e, imagino, la mayoría de los que se han escrito siempre –responde–. Mi experiencia fue vivir la ausencia, que fue muy intensa, que excavó a mi alrededor la muerte de mi mujer, que falleció de un cáncer de pulmón, lo cual no le dio mucho tiempo para afrontarlo y a mí me dejó con un gran vacío. Ese vacío aún sigue permaneciendo en mí”.
Aunque, de algún modo, lo ha enfrentado con este ensayo: “Nunca pensé escribir un libro acerca de ello, pero cuando surgió pensé que no debía escribir un libro intimista o personal, porque sigo siendo muy pudoroso. No era incompatible con hablar de una ausencia general, con la que vive el mundo actual; una ausencia de referencias, de patrones y de líderes”.
Uno de los vacíos a los que más reflexión le dedica es la ausencia de humanismo, de moral: “La moral es como un orden cívico. Hubo una época en la que nos avergonzábamos por no poder pagar una deuda. O que para un acuerdo bastaba con darse las manos. En el que nos regíamos por el respeto y huíamos de la mentira. Y eso estaba inscrito en la propia naturaleza de la sociedad. Sin embargo, este orden ha ido deteriorándose de tal modo que la sociedad se encuentra desarticulada. Y nos ha dejado huérfanos”.
La orfandad del mundo
Huérfanos, sí. Como esos hijos del estramonio y del abandono, de los que también habla como exponente de ladesintegración de la familia. “Son niños que, en ausencia de normas, prohibiciones o dictámenes fuertes, se desenvuelven a su antojo y crecen entre sus pandillas, sus músicas y sus pantallas”.
Las referencias hacia lo sagrado no son pocas. Escribe: “Dios, en suma, forma unidad con la Ausencia. El poder de Dios, el amor a Dios, el temor a Dios derivan de su identificación con lo ausente y desde ese ámbito hallamos la gloria o la perdición. Merced a la ausencia hallamos la razón de vivir, mientras el presente solo nos habría matado ya. Por la ausencia exhalamos, respiramos, esperamos. Todo gracias a la creencia absoluta en la Ausencia, en su capacidad para vigilarlo todo y, en consecuencia, su benevolencia para permitirnos continuar vivos”.
En el número 2.768 de Vida Nueva (entrevista íntegra para suscriptores).