El Museo Chillida-Leku, uno de los primeros grandes centros culturales en cerrar sus puertas. Foto: Archivo |
El duro recorte presupuestario por la crisis augura el cierre de centros y la paralización de programaciones
Al final de La crisis de la cultura, incluido entre los ensayos de Entre el pasado y el futuro (1954), Hannah Arendt alude a que sin cultura, “el resultado no es la desintegración social, sino la decadencia”. ¿Qué diría ante el colapso que la cultura está viviendo en un Occidente en crisis?
¿Cómo se rebelaría ante los recortes de las administraciones públicas, que han paralizado la más mínima programación cultural?
El informe del Observatorio de la Cultura de la Fundación Contemporánea del primer semestre de 2011, apunta a que los presupuestos dedicados a la cultura desde las administraciones públicas y la empresa privada se han vuelto a reducir en la gran mayoría de casos: hasta un 40% o más, para el 40,2% de las entidades; y hasta un 20% para otro 36,9%. Las perspectivas para 2012 son aún más crudas.
La primera consecuencia es el inevitable cierre de centros culturales de referencia. Primero fue el Chillida-Leku (San Sebastián), luego el Museo Gustavo Torner, en Cuenca. El espectacular Centro Niemeyer de Avilés tampoco se ha librado de la amenaza, ni el Centro José Guerrero (Granada), reconvertido en Fundación.
La segunda es un panorama sin subvenciones, con recortes en programación, personal y horarios, cancelaciones de festivales… En definitiva, disolución de gran parte de la programación cultural, sobre todo en aquellos sectores en los que el apoyo público ha sido fundamental en los últimos años: teatro, danza, música clásica y artes plásticas.
“Es evidente que los museos y centros de arte contemporáneo están en crisis”, proclamó el director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, en el reciente III Foro de Industrias Culturales, titulado ¿A dónde vamos a parar? “Hay que tener mucho cuidado –añadió–, porque la cultura es un servicio público que no se puede medir desde un sistema economicista”. La alarma está dada.
Mala gestión del dinero público
La pregunta es inevitable: ¿se ha roto el modelo cultural contemporáneo, el que nació en el Ministerio de Asuntos Culturales de Andrex Malraux a finales de los años 50? “Tengo nostalgia del Estado, por supuesto que sí”, contestó recientemente Juan Barja, director del Círculo de Bellas Artes de Madrid, que ha recortado hasta dos millones de euros de su presupuesto en los últimos tres años y tiene aún un panorama de mayor secano por delante.
La institución recibe un 20% de ayudas públicas. “Los centros dedicados a la cultura se están ahogando. Ya no hay centros dedicados a la producción. Las bibliotecas también lo están pasando mal”. Barja asegura –y lo dijo hace ya un año– que lo peor no es la falta de ayudas, sino la mala gestión que se ha hecho del dinero público.
El ‘efecto Guggenheim’, que animó a cada capital de provincia a contar con un edificio emblemático, prestigiado por una firma arquitectónica de proyección internacional, ha sido demoledor.
En el nº 2.779 de Vida Nueva. Artículo íntegro para suscriptores