Manuel Vilas (Barbastro, 1960) posee una literatura que une humor, cultura pop y una gran imaginación. Ha publicado los poemarios El Cielo, Resurrección, Calor y Amor. Además, es autor del libro de relatos Zeta y de las novelas Magia, España y Aire Nuestro. Acaba de publicar Los inmortales (Alfaguara, 2012), en donde prosigue con su peculiar y original mundo literario.
P: Es Aristo Willas, en el futuro más lejano posible (22011) quien nos abre la puerta a su novela…
R: La novela arranca en el año 22.000 con un personaje que se llama Aristo Willas, un nombre que hace referencia a Aristóteles, en un año en el que la inmortalidad es un bien común. A través del progreso, se ha erradicado la mortalidad, igual que nosotros hemos erradicado el analfabetismo o el hambre. Y yo en eso soy muy optimista: como especie estamos en un estadio evolutivo y creo que vendrán avances tremendos e impensables. Y uno de ellos, que me parece muy expresivo, es no morir. No desaparecer.
P: Pero más que aristotélica, su novela es cervantina…
R: Hay muchas cosas de Cervantes en Los Inmortales. Cervantes para mí es un misterio. Pero ese personaje de mi novela, llamado Aristo Willas, habla desde un punto de vista shakesperiano. Aristo Willas condena Los Inmortales, porque es una obra cómica. Tragedia y comedia se enfrentan en las primeras páginas de la novela, la galaxia Shakespeare frente a la galaxia Cervantes. Pero, efectivamente, esta es una novela cervantina.
P: Una reflexión cervantina sobre la inmortalidad, ¿no?
R: Mi cervantismo reside en que no consigo ver la realidad, eso me hace tolerante, y también compasivo. Los Inmortales nace de mi experiencia de ver morir a gente a la que quería. No puedo aceptar la muerte, me parece un error de la naturaleza. Corrijo ese error con la literatura. Me he inventado una inmortalidad made in Vilas. La muerte ya no existe para mí. He escrito esta novela contra la muerte.
P: ¿Es decir…?
R: En el año 22.011 la inmortalidad es un bien espiritual del que gozan todos los seres humanos. Es un bien noble y elevado, una conquista espiritual y material. En cambio, en el manuscrito encontrado por Willas, que pertenece al siglo XXI, es decir, a nuestra época, la inmortalidad es una aspiración cómica.
P: Es también una reflexión sobre la cultura…
R: Yo pensé en el concepto de inmortalidad del arte, de la política, del siglo XX y XXI, incluso de la religión, porque en la novela también salen el Papa y la madre Teresa de Calcuta, llamados Ponti y Mother T, y que se convierten en dos superhéroes. Lo que quería era reflejar lo que el siglo XX ha pensado que era ser inmortal desde la cultura, desde el arte, la literatura, el arte o la política. También sale Stalin y Hitler. En esencia: qué hemos codificado como permanencia en el siglo XX y la historia de estos personajes.
P: Podría parecer que la muerte es el eje de la novela, pero…
R: Es un libro sobre la vida. El tema fundamental es dar forma narrativa a las alienaciones del post-capitalismo. Y todas las historias están reflejando eso. Hay mucha crítica social posmoderna. Un personaje recibe el encargo de cortar cabezas de directivos de telefonía móvil. Los personajes de mi novela piden justicia, pero no saben cómo lograrla. No saben dónde está la justicia.
P: Una novela visionaria, pero actual, ¿eso es?
R: Hay una parte visionaria en la novela. Me gusta pensar cómo va a ser el futuro, aunque probablemente no acierte. Lo que haces cuando exploras el futuro es iluminar el presente. No sé cómo serán las cosas en el año 22000, pero sí que es posible que seamos inmortales. Con eso, intensifico nuestra mortalidad hoy y nuestra visión como seres que estamos muy poco tiempo en este mundo y desparecemos enseguida.
Una literatura contra el aburrimiento
Vilas, poeta primero con cierto renombre que amplía su peculiar concepción literaria a la novela, es como una especie de volcán de libertad: todo salta boca arriba en su narrativa, nunca se puede imaginar qué es lo que sucederá en la siguiente página. “Es una novela muy carnavalesca; todo lo que escribo lo es. Necesito pensar en una libertad absoluta. Quiero ser más libre y este mundo me pone impedimentos. Busco en la literatura el estallido total, el carnaval interminable”, afirma. Eso le hace estar siempre al límite. “En ese sentido –añade–, practico una escritura peligrosa porque me meto en berenjenales que son límites propios de la ficción. Pero también sin saltarme esos límites la literatura no me interesa: necesito ponerme nervioso. Buscar límites. Mi literatura es también una lucha contra el aburrimiento. El aburrimiento forma demasiado parte de nuestra vida”. Por eso sus personajes son siempre ambivalentes, con doble sentido, como ese “doble” de Juan Pablo II, al que llama Ponti, que usa para denunciar “la sacralización del consumismo”.
Manuel Vilas: Los inmortales (Alfaguara), Madrid, enero de 2012, 250 páginas. Edición papel: 18,50 €
En MAS, nº Febrero, 2012
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