En contextos de crisis, la literatura nos da otro lugar, otro
tiempo, otra lengua, una respiración. Es la apertura de un espacio que permite
la ensoñación, el pensamiento, y que da origen a las experiencias. La
literatura es necesaria, más que nunca. Y no sólo como evasión, sino como
aprendizaje, como travesía, como conocimiento o como placer.
¿Cuál es el libro que lee Hamlet cuando entra en escena, en el segundo acto? A la pregunta de
Polonio, contesta: “Palabras, palabras, palabras”, evadiéndonos título o autor. Pero esas “palabras, palabras,
palabras” consiguen en Hamlet lo mismo que en Don Quijote, consiguen “algo” en
el lector, están cambiándonos, están descubriéndonos un nuevo horizonte, están
mostrándonos un nuevo camino.
Al novelista Kiko Amat le gusta decir que “leer es saber que
estás vivo cuando lo estabas olvidando”. Otro narrador, esta vez colombiano, Héctor
Abad Facio-lince, afirma que “hay dos maneras de sentir con gran intensidad: viviendo
y leyendo. Y esas dos experiencias, además, se retroalimentan: cuanto más se ha
vivido, con más hondura se lee, cuanto más se lee, con más intensidad se vive”.
Por todo ello: leer en cierto modo permite superar el demonio de lo
inesperado, encontrar en la figura de la madre testimonios de superación, descubrir
nuevas aventuras vitales, refugiarse en la fidelidad del amor, imaginar otra
realidad que nos envuelva, examinar el grotesco mundo del dinero o comprender a
la multitud desde la soledad.
Por ello celebramos este Día del Libro y del Derecho de
Autor. Por ello, la Unesco nos invita a movilizarnos en torno al libro. “Rollo
de papiro o códice, manuscrito, impreso o tableta digital, el libro ha
cambiado cientos de veces de apariencia –afirma la directora general de la
UNESCO, Irina Bokova para hoy–. Pero sea cual sea el medio empleado, el libro
materializa las ideas y los valores que los hombres y mujeres consideran dignos
de transmitirse. Es un valioso instrumento de intercambio del saber, de
entendimiento mutuo y de apertura a los demás y al mundo”.
Es lo que dice su mensaje para un día como hoy. Para un día
que surge como apoyo a quienes viven del libro y lo hacen vivir. Autores,
libreros, editores, distribuidores… y lectores. Necesitamos lectores. Necesitamos
libros. Para saber vivir en sociedades interculturales, mestizas y globales. Lo
reivindicamos el día que murió Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso. Y
permítanme que les cuente algo de él.
Hijo de un capitán extremeño que llegó al Perú con Francisco
Pizarro y una nieta de Túpac Yupanqui, antepenúltimo emperador inca.
Bautizado como Gómez Suárez de Figueroa, en memoria de uno de sus abuelos, el
Inca Garcilaso –al que el copia y pega, la ignorancia galopante, confunde
continuamente con Garcilaso de la Vega– nació en el Cuzco el 12 de abril de
1539. Y murió el 1616 en Córdoba.
De él se dice que es el "primer mestizo biológico y
espiritual de América".
Es también el primer mestizo de nuestra literatura. Sus crónicas incas y
renacentistas, sus Comentarios reales, aún se leen como ejemplo del primer
novelista (historia ficción, al fin y al cabo) que “encarna la alteridad, lo
diferente” y escribe desde ello.
Y eso es lo que nos da el libro, ayer y hoy. El testimonio. La
imaginación. Los sueños. De todos aquellos “otros”, reales o ficticios, que hoy
viven en nosotros. Para hacernos vivir más y mejor.
Muchas gracias
PD Texto leído en la inauguración de la Fiesta de la Lctura de la Librería Navarro y el Ateneo de Chiclana. Muchas gracias a ambos por la invitación a inaugurar esta Fiesta de la Lectura.