Es un hecho. Cada vez me cuesta más seguir la prensa escrita. Al menos, ese cierto delirio en el que se han convertido periódicos hasta ayer, si cabe, diarios de cabecera. En fin, que no es el tema. Únicamente leía La Vanguardia y nada más abrirlo me encontré con este suelto (Dime cómo hablas...) con el que uno no puede estar más de acuerdo y que ya tocaba escribir. Espero que con la venia del periódico de Godó, lo comparto aquí a deshora:
Dime cómo hablas...
Los lingüistas reunidos días atrás en el sexto seminario sobre lengua y periodismo, organizado por la Fundéu BBVA y la Fundación San Millán, coincidieron en lo siguiente: los políticos usan el lenguaje con la finalidad de mantener y consolidar su poder, pero su electorado cada día se siente más distanciado de ellos debido a sus eufemismos, a su corrección política y a la escasa consideración que demuestran hacia la inteligencia de quienes les escuchan y votan. "El receptor -argumentan los expertos-ha cambiado, el emisor sigue igual". Lo cual produce una crisis de credibilidad y confianza en los políticos y, en consecuencia, un distanciamiento de quienes deben elegirles. Es cierto que la política es un asunto de todos, que de poco sirve referirse a "los políticos" como un elemento ajeno al cuerpo social. Pero también lo es que dichos políticos deben renovar su mensaje -ser más sinceros, más directos y menos paternalistas- si en algo aprecian su cargo. Dime cómo hablas y te diré quién eres.