A veces en literatura hay también seres invisibles, autores que de tan extraños –habría que decir mejor de tan distintos y personales– gravitan al margen de la narrativa comercial y sus anillos concéntricos. Irene Gracia (Madrid, 1956) lo es. Y por eso me ha interesado siempre. En especial, su búsqueda y recreación novelada del mundo de los ángeles. Aquí en El beso del ángel quien habita es Adanel, que, según relata Thèrese Fuler –la épica protagonista de la novela– fue quien arrasó con Sodoma y Gomorra y, también, el ángel de la Anunciación. Dos formas de sus muchas presencias. Como también lo fueron Apolina, que tendrá un embarazo de cien años del que nacerá Ledo –enamorado de otra de las imágenes de Adanel– y Dionisio, alumno de Da Vinci. A través de esas uniones, en una interpretación de la mística no ciertamente ortodoxa, Thèrese-Adanel va relatando “la historia de mi posesión, de mi reino”, desde el origen celestial del mundo y la rebelión de Luzbel a la segunda rebelión de los ángeles… aún por venir.
Irene Gracia: El beso del ángel (Siruela), Barcelona, mayo 2011, 212 páginas, 17,95 €
(Vida Nueva. Núm. 2.763. Del 23 al 29 de julio de 2011. Pág. 48)