Son malos tiempos, sí, para la lírica. Malos, insomnes e inseguros, pero mientras arde Londres uno siente la necesidad de volver a decir, de convocar de nuevo a las palabras y sus matices. Y aquí, por fin, vamos a ejercer esa apostasía que es opinar, discrepar de la verdad de las cosas, buscar su sentido más profundo y abrir debates en torno a las palabras. Habrá aquí columnas de opinión, por tanto, escritas como deben hacerse: al pulso de los acontecimientos. Pero también iré incluyendo críticas de libros, reportajes, poemas, fotografías, simples apuntes al vuelo. Todos los he querido reunir bajo el genérico epígrafe de "El ojo de la liebre".
Como señala el cineasta José Luis Borau en su artículo de opinión "El ojo de la liebre" (www.elpais.com), "al menos el 70% de los visitantes que acuden a contemplar los tesoros de la Albertina firmados por Durero van para ver la liebre, su indudable obra maestra. Quieren comprobar por sí mismos si es cierto que está pintada pelo a pelo, como dicen, y sobre todo, asomarse a su ojo derecho para constatar que se ve el cuarto donde posó, suponiendo que estuviera viva, y hasta la ventana del fondo por donde entraba la luz".
Sí, el ojo de la liebre –a mí también– siempre me ha atraído. Me ha parecido, desde la primera vez que lo vi, un símbolo excelso del amor por el detalle y el rigor, de la verdad que se esconden detrás de las apariencias, de que siempre hay un reflejo que acaba revelando a cualquier impostor. Y es, asimismo, metáfora de la osadía y la calidad de cualquier artista, periodista o profesional, que es capaz de amar a su trabajo tanto que piensa en el más insignificante de los detalles; aunque, al final, es ese detalle el que le hace diferente a todo.
"El ojo de la liebre" tiene una determinante voluntad de poesía, pero también de periodismo. Es pasión por el naturalismo y es, a la vez, orfebrería. Durero, más o menos, como ejemplo, camino a seguir o, si así vale, referente en unos tiempos en el que el maestro de Núremberg habría puesto su arte, como siempre, al servicio de la renovación, de la nueva mirada, de la vida nueva necesaria para que el hombre de hoy deje de caminar sobre el abismo. Aquí, con él, va un modesto intento de contribuir a ello.
Habrá, por tanto, de vez en cuando un intento de escribir la realidad desde este blog, pero también, si me permite, de recuperar viejos artículos, críticas de libros o poemas que siguen pareciéndome vigentes y, de algún modo, necesarios. Por supuesto, que citando su procedencia y su fecha original. Todo con la esperanza de que, como pensaba Alicia, detrás del espejo siempre haya alguien. Y quizás un mundo mejor.