lunes, 14 de mayo de 2012

Cunqueiro, de santos y milagros



Álvaro Cunqueiro (Mondoñedo, 1911-Vigo, 1911) admitió siempre ser un hombre de fe, un “creedor”, según Ana-Sofía Pérez Bustamante en Las siete vida de Álvaro Cunqueiro. Y la fe, para el escritor total de la literatura gallega de la primera mitad del siglo XX, era la fuerza, el poder, del hombre: “Cuando rezo, llego a tener la convicción de que el mundo entero, desde las estrellas a las cosechas –llegó a afirmar–, puede ser recreado o destruido por el hombre que ora. El hombre que reza será siempre un hombre libre”.
Cunqueiro, en su cosmogonía católica, acabó por desertar de rigideces institucionales y centralismos romanos. “El rechazo se hace extensivo a la teología intrincada, al dogmatismo cerebral, a la soberbia religiosa intelectual que deviene política y violencia olvidando lo esencial”, añade Pérez Bustamante. Pero nunca dejó de ser un hombre de santos y milagros. “Para Cunqueiro –sigue diciendo–, la esencia de lo religioso es mistérica”.
De ahí, que recuerde lo que un día le confesó a José María Gironella: “No hay religión sin misterios. La nuestra es una religión de misterios”. Lo mismo que de símbolos, de ritos. Y entre esos símbolos habitaban un amplio florilegio de santos que están en origen de su obra periodística y que, con el tiempo, dieron cuerpo a su mejor literatura.


El investigador Xosé Antonio López Silva, profesor de la Universidad de Santiago de Compostela, da testimonio de relatos y semblanzas hagiográficas, precisamente, en De santos y milagros (Fundación Banco Santander. Colección Obra Fundamental), en donde recopila hasta 183 artículos, publicados en Faro de Vigo, La Vanguardia, ABC, La Voz de España, Vértice (referencia dentro del primer franquismo), Aire Azul o Misión; y algunos desconocidos, firmados con el seudónimo Álvaro Labrada en la revista Catolicismo.
Cunqueiro dedicó amplio seguimiento a los temas santorales –señala López Silva–, así que hemos optado por hacer una selección que reuniese los requisitos primeros de amplitud y representatividad y en la medida de lo posible, supusiese un rescate de aquellos textos, sobre todo los más tempranos, que fuesen especialmente interesantes y que no hubieran sido publicados hasta el momento, al menos de manera accesible al gran público”.
El investigador de la obra de Cunquiero destaca, y enumera, sobre todo el gran interés de siete relatos publicados entre 1945 y 1946 en Catolicismo, órgano oficial por entonces de las Obras Misionales Pontificias. En ella siguió escribiendo el Santoral misionero, aún cuando le habían retirado el carné de periodista por un malentendido con la Embajada de Francia. “Esos textos hasta ahora eran completamente desconocidos y ofrecen nuevas luces acerca de la evolución del tratamiento de su prosa de ficción anterior a 1955”, afirma Xosé Antonio López Silva. [...]



En el nº 2.797 de Vida NuevaCunqueiro, de santos y milagros, íntegro solo para suscriptores