Anne Rice, famosa por su serie de novela de vampiros, también ha escrito su propia visión de Jesucristo |
La “novela de Jesús” es una obra inacabada. Aún se está
escribiendo. Ahora, con la crisis galopando sobre los cenizas de la sociedad
del bienestar, sin embargo es cuando están apareciendo en los escaparate un
amplio número de novelas que, más allá del fenómeno religioso, están centrándose
en el mito de Jesús. Un Jesús ficcionalizado, a veces ortodoxo según los
evangelios, otras apartado de teologías en los que se perfila, en todo caso,
como un referente ineludible y contemporáneo: incluso revestido con un humor,
reverencial sin embargo.
También se presenta en relecturas personalísimas,
singularmente heterodoxas, que, en cualquier caso, acuñan una interpretación
literaria, una visión testimonial de cómo se ve y se piensa en Jesús. Por
encima de su validez catequética o de su sintonía con la Iglesia ecurialense, estos
argumentos y el protagonismo ineludible de Jesús son síntomas de una necesidad
de vuelta a la fe, a fijar en Jesús la esperanza. Aunque, es indudable que
lo que, al final, leemos son, como siempre, las convicciones del novelista
entorno al Hijo de Dios.
Lo han hecho, por ejemplo, enfrentándose directamente a una
recreación novelística y biográfica Anne Rice, Philip Pullman o Cristopher
Moore; la primera, desde la fe practicante en la serie de El Mesías –El niño judío (2005) y Camino a Caná (2008)–; el segundo, con
una animosidad atea y antieclesiástica –El
buen Jesús y Cristo el malvado (2011)–, y el tercero con su habitual
sátira, en la que la vida de Joshua, el Jesús parodiado por Moore, es narrada
por el irreverente Colleja: Cordero: el
evangelio según el mejor amigo de la Infancia de Jesucristo (2012).
Incluso
desde un punto de vista más lateral –y español, aunque de géneros muy dispares:
histórica, comedia, thriller o cuentos de hadas– a Jesús se le ha tratado en recientes
novelas sin concederle el protagonismo: Jesús Sánchez Adalid (Los milagros del vino), Eduardo Mendoza
(El asombroso viaje de Pomponio Flato), José Luis
del Corral (El códice del peregrino) o,
mirando a través de la Virgen, Gustavo Martín Garzo (Y que se duerma el mar) y Carmen Sanz (Ella estuvo allí). Incluso, Juan
José Benítez ha culminado su serie de Caballo de Troya aprovechando el tirón.
Y, a su sombra, otras fantasías similares de escasa originalidad.
Pero, sobre todo, ha habido autores que, estos últimos tiempos, se
han asomando a un Jesús redivivo en este mundo contemporáneo, como
recientemente James Frey y David Safier o, ya hace unos años, James
BeauSeigneur o Francisco González Ledesma con el seudónimo
de Enrique Moriel. Al fin y al cabo, el crítico Harold Bloom ya dijo hace años
que no podemos abstraernos a lo que la novela contemporánea nos muestra, y es
que “el culto occidental a Dios, es también el culto a un personaje literario
llamado Jesucristo, como lo es don Quijote, Hamlet o Falstaff”.
Bloom remarcaba
con ello que, al margen del dogma y textos evangélicos, Jesús está en los
cimientos de la fe y el canon bíblico, pero también está presente en la
imaginación colectiva, quizás como ningún otro. El profesor Pablo C. Díaz, de
la Universidad de Salamanca, acepta, en este sentido, que “toda tarea de
reescribir a Jesús es un trabajo siempre provisional”. El peso de Jesús como mito cultural, al margen de su
significación para los cristianos, es “lo suficientemente fuerte para saber que
la exploración literaria aún será fructífera durante generaciones”. Así es. La
crisis, sin embargo, demanda más a Jesús. Y el novelista lo usa. [...]
En el nº 2.799 de Vida Nueva. La novela inacabada de Jesús, íntegro solo para suscriptores